lunes, 28 de julio de 2008

Malena y las antorchas


Fui sin ganas, como muchos de los que estuvimos allí. Antorchas del 26 de julio. Antorchas por la avenida Independencia. Antorchas hasta el viejo edificio clavado en medio de la avenida más ancha. Antorchas en el espacio en que alguna vez el renunciamiento hizo aladelta. Cansados, confundidos, algo descolocados, el fuego no alcanzó para despabilarnos. Sábado a la tarde en la ciudad, los turistas disparan sus flashes, los tacheros no terminan de creer que también ese día. Se supone que en vez de repetir hasta el cansancio el rito movilizador, alguna vez nos vamos a dar tiempo para mirarnos. ¿El aguante es nuestro territorio exclusivo? ¿Aguantar y tolerar como nos cambian de lugar las excusas? El sábado, Malena estuvo allí. Daban ganas de contar todas las antorchas brillando en sus ojitos de diez años. Las vio, marchó y hasta alzó una en alto. Tal vez mi condición de tío me lleva a exagerar, pero al menos para mí, el asombro de Malena le devolvió el sentido a esa tarde de sábado. Desde la tribuna dijimos que se vienen tiempos difíciles. No bastará para transitarlos que repitamos las ceremonias de siempre.

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