domingo, 17 de agosto de 2008

La primera vuelta al sol


Duerme. Es la primera noche de su segunda vuelta al sol y duerme. Encontró el sueño sobre mi hombro, como casi todas las noches. Primero se arrulló mientras yo le palmeaba la espalda, luego me dejó a solas con su respiración y la certeza de sus pestañas rendidas a sus mejillas. Lo acosté en la cuna, se acurrucó boca abajo, le cubrí los pies descalzos con la sábana y vine a la PC. Me pregunto que sueña. Me pregunto si cuando ríe dormido están nuestras caras, o la de Malena. Me pregunto qué soñamos al nacer, si hay imágenes que traemos del fondo de los tiempos, si su sueño es el río en el que le mojé los pies. Un año. El 22 de setiembre cumplo cuarenta y siete, pero ya no cuento así mi tiempo en esta vida. Cada 15 de agosto se cumple un año de la llegada de Felipe. Un nuevo principio. Cuando le empezamos a cantar su primer feliz cumpleaños nos miró con perpleja alegría. Luego que lo aplaudimos, arrugó la nariz, encendió su sonrisa de encías rosadas y nos aplaudió. En este año que pasó tuve tiempo para llevarlo y traerlo por la ruta, para salir a pasear con él por las tardes, para ir juntos de compras, para darle mamaderas, yogures, papilla y sopas de municiones, para esperar la tarde serena y cálida en que se mojó en el mar, para inventarnos siestas sobre mi hombro, para sacarnos mil fotos, para llevarlo a casa de su abuela de sus tías, para ver en los ojos de Mariana la alegría de su presencia por encima de todas las tristezas y temores, para aprender juntos a Juanita, para pedirle “solo, solo” y verlo aplaudirse feliz por poder mantenerse erguido sin otro apoyo que sus pequeños pies. ¿En qué me gastaba las horas cuando él no estaba? ¿Dónde estaba todo este tiempo, si no había día en que no sintiera que las horas no me alcanzaban, en que no creyera que siempre me quedaban hojas sin llenar? Si no hago todo, hago casi todo lo que hacía. A veces me asombra la cantidad de rincones que caben en las horas de estos nuevos días. Padre a los cuarenta y seis. Ya casi no pienso que debió ser antes. Es ahora, son estas líneas que subiré al blog, es la madrugada en que Felipe, Juana y Mariana duermen y yo me quedo frente al monitor a pensarlos, a dibujarlos sobre el teclado, el padre viejo que este quince de agosto acaba de cumplir su primer año.

sábado, 9 de agosto de 2008

Azúcar amargo


Consenso. Provincia por provincia. Con los brazos abiertos. Poniendo en marcha caminos, represas, fábricas de motos, gasoductos. Quitándole excusas a los ruralistas. Recuperando el centro de escena con naturalidad, sonriendo sin perder la firmeza, desde la misma identidad. Pateando el tablero en Doha. Juntando a Chávez con Lula. Bancando a Evo. ¡Ah, sí todo fuera así! ¿La partida de Sbatella es el certificado de eternidad de Moreno? ¿Seguiremos metiendo los garfios en las famosas estadísticas que nadie nos cree? ¿Qué controla el señor que controla? ¿Peló alguna vez papas de las de 1,40? ¿Tiene algún secreto para no encontrar vacía la canasta del pan barato en Coto o tomates al precio sugerido del gobierno? ¿Y el crédito? ¿Saben que los propios empleados del Provincia desaconsejan sacar un hipotecario?

Nunca antes tuve un gobierno del que pudiera decir "éste es mi gobierno". Ahora sí puedo. Pero no creo que sea una liberalidad no dejarse guardado en el bolsillo ni un pero. Frente a lo que no nos gusta, la peor elección es el silencio. Que haya lugar para todas las voces, y no sólo cuando hay que ir a hacer el aguante a la plaza.

domingo, 3 de agosto de 2008

El empecinado*


“Empecinado, busca lo sublime en lo cotidiano” .
J.M. Serrat


Convocar una conferencia de prensa para… ¿convocar una conferencia de prensa? ¿Cuál fue el para qué de la conferencia de prensa en Olivos? Descartemos de antemano una razón meneada en la previa por algunos medios: no fue una conferencia de prensa para hacer anuncios ni para ofrecer novedades.
Entonces, ¿qué?
Una respuesta posible es “para mostrar un gesto distinto en la comunicación con los medios y con la sociedad”. El propio Clarín resaltó el tono distendido.
Otra: disputarle el minuto a minuto o las primeras planas al acto de la Rural. Sí así fue, tuvo más tino que el acto en la Plaza de los dos Congresos.
Si ambas razones pesaron, tenemos una mezcla de acción y reacción. Un nuevo gesto, en un momento oportuno para no quedar en silencio frente al ataque desde la Rural.
Otra más: para reafirmar no sólo el rumbo, sino la identidad política del proyecto presidencial, incluso más allá de lo que muchos adherentes al gobierno creen necesario. No nos imponen la agenda, no nos arrancan renuncias, no es tan mentira la mentira del INDEC, no nos arrepentimos de haber dado el debate por las retenciones, reafirmamos la lucha por la redistribución, seguimos construyendo la agenda del bicentenario. Metamensaje: estamos de pie y van a necesitar mucho más que esto para arriarnos.
Juntemos las tres: una actitud diferente para comunicar, no ceder el centro de la escena, reafirmar el camino y la identidad hasta el límite del empecinamiento.
¿Está mal? No necesariamente. Más de una vez hubo que reconocer mérito a ese empecinamiento de los Kirchner (ante los militares, con la deuda externa o frente al duhaldismo, para citar tres ejemplos). Resulta difícil imaginar que una causa justa pueda abrazarse con éxito sin una buena dosis de empecinamiento. El problema es cuando nos empecinamos en un mal atajo o en una mentira –aun cuando una razón supuestamente altruista subyaga a esa mentira o sea la excusa del mal atajo-. Ahí el empecinamiento nos desfigura y empieza a proyectar sombras sobre todo lo que hacemos.
Ayer nomás, Pasquini Durán pasaba revista a una agenda de gobierno cuyos temas “carecen del glamour de un conflicto, así no sea tan áspero como el cuatrimestre “del campo”, pero tienen la virtud de ser parte de la agenda de un país “normal”, lo cual no es sinónimo de bucólico o adormecido, que no está libre de conflictos y protestas, como las de Córdoba, que tiene una vida política intensa y hasta atormentada por sus pujas y competencias en busca del apoyo ciudadano, pero que sostiene en el subibaja de sus pleitos la libertad y la democracia como un valor compartido y estable”. Entonces, ¿para qué nublar esa agenda con el caro precio de sostener índices que no son verdad y malos atajos como permitirle a quien debe controlar la suba de precios que meta el dedo en los mecanismos que, en definitiva, miden el acierto o el fracaso de su tarea? ¿Quién dijo que desandar esos empecinamientos es muestra de debilidad? Antes de Juan Martín Diez, el empecinado que retrataran Goya y Machado, esa palabra no significaba lo que ahora significa. Tan testarudo estuvo el tal Diez en luchar contra la invasión napoleónica y en defender la Constitución de 1812 contra Fernando VII, que su pecina tiñó a su testadurez y su testadurez a su pecina hasta que la palabra empecinado nació. Como se ve, para que naciera hizo falta una buena razón. El empecinado no hubiera sido tal si se hubiera puesto a insistir caprichosamente en lo falso o en lo vano.


*Imagen: El empecinado, de Goya.