miércoles, 16 de junio de 2010

Ella me miró


Historia que se inspiró en un accidente que me tocó ver en Curitiba.

Ella me miró. Tal vez eso no es decir mucho aquí, donde los ojos no viven tan esquivos como en otros parajes. Ella me miró y me sorprendió, pues yo estaba dedicado a descubrir como funcionan las paradas de ómnibus cilíndricas de Curitiba. Cuando quité la vista del molinete fueron sus ojos, ajenos al gris de la mañana, dispuestos a encender de punta a punta la plaza. No pude hablarle al cabo de la mirada. Me quedé junto a la parada, viendo como se alejaba hacia el verde. Cuando me decidí a seguirla, el semáforo cambió y no pude avanzar. Cuando ya casi desistía de ir tras ella, ví que entró en un negocio pequeño en la calle lateral de la plaza. Crucé corriendo y aminoré la marcha al acercarme al local. Me paré en la vidriera, miré hacia adentro. Estaba sentada en uno de los tres box de atención. Era una casa de préstamo de dinero. Me alejé unos metros, luego crucé a la plaza y me quedé frente a un puesto de diarios, sin perder de vista el local. Préstamos pequeños y caros para gente en problemas. Por qué iba a pedir dinero? Empecé a imaginar su vida. Le inventé una niña, las supuse solas en el mundo, madre e hija, distante el padre, unidas en la decepción. De qué trabaja? Donde se sientan sus jeans gastados cada mañana, qué compra qué vende qué vigila qué repara qué atiende qué soporta qué repite hora tras hora para ganarse el pan? La saqué de la caja de un supermercado y la senté detrás del mostrador de un banco, le puse un trajecito y la llevé a una perfumería, le puse uniforme y la hice policía, la despedí de todos esos trabajos y la empleé como recepcionista del museo de arte moderno en cuyo hall recién había estado. Todos trabajos en lo que ganaba apenas para subsistir on su hija. Trabajos que terminaban en la fatal visita al box de crédito fácil y caro.
Qué le digo cuándo salga. ´Como entrar en la vida de una mujer que está pidiendo un crédito y está sola en el mundo con su hija? Qué puede ofrecerle un hombre qué solo estará en su ciudad tres días más y después se largará como si nada? En fin. Tampoco estaba obligado a arreglar su vida Intentaría hablarle de lo que me pasó, del molinete haciendo clack y diusparándome la instantánea de sus ojos, de mi voz que se escondió, del semáforo alejándome de sus pasos. Empezaría diciendo algo acerca de sus ojos. Allí había comenzado todo. Ella sonreiiría y yo trataría de no quedarme otra vez sin habla. No sabía su nombre, ella notaría mi mal portugués, le contaría quien soy, que hago en su ciudad, le propondría tomar una gaseosa o un café. No parecía difícil. Sin embargo, cuando la ví salir, fue imposible. Ya no era vendedora ni empleada ni recepcionista, eran sus piernas largas que vaya a saber de qué cuadro del museo escaparon para pasear por la ciudad tumultuosa como si solo cminara en un pasillo silencioso del museo, un suspiro de inspiración que no pudo aguantar más prendido a la tela y se echó a andar echo piernas largas en la mañana que se atragantaba la lluvia. Igual caminé tras ella, la ví cruzar hacia la avenida peatonal, aguardar otra vez el semáforo, trasponer la calzada breve,cruzar hacia la esquina. Al fin me decidí. No importaba la gente. Al fin y al cabo, nada más anónimo que una multitud. Nadie repararía en mí cuando me psuiera a su par y quebrara el silencio. Apuré mis pasos, me puse a dos metros de ella cuando llegamos a la esquina de la tienda Pernambucana, aceleré aun más y me disponía a hablarle cuando un ómnibus explotó contra la pared de la tienda arrancándola de mi sombra y clavándome sin voz frente al micro estrellado entre los gritos de la gente.
Me voy, no quiero verla así, pensé mientras hacía lo contrario. Me agaché, la busqué bajo las ruedas, pero no la encontraba. Me puse de pie otra vez, ví al chofer saliendo de su desvanecimiento, la desesperación de los que se bajaban, la ansiedad de los que subían a ayudar, la angustia de un muchacho que rompía las ventanas a golpes de puño mientras gritaba algo acerca de liberar la presión y las personas se alejaban para que no les cayeran encima los vidrios. Temí que el ómnibus la hubiera devorado,pero cuado fui del otro lado por dentro de la tienda la vi. Estaba acostaba de espaldas y una vendedora la asistía. Me arrodillé junto a ella. Sangraba del cuero cabelludo y miraba hacia arriba con la boca entreabierta.
Ella pestañeõ y me miró.
;Por qué voce nao se decidio a falarme? (buscar después bien la expresión en portugués).
Tranquila, todo va a estar bien, le dije. Por un instante sus ojos volvieron a ser sus ojos.
Sonaban sirenas entre los gritos. Llegaron los primeros vehículos de asistencia. Un paramédico se arrodilló a su lado y le colocó un cuello ortopédico.
Estoy con ella, le dije.
Imaginé muchas cosas mientras la seguía. Pero nunca se me hubiera ocurrido que nos íbamos a ir juntos de ese lugar en un helicóptero.

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