lunes, 9 de julio de 2012

El estado y las adicciones


Reclamamos políticas activas del estado frente a las adicciones y también luchamos en ese sentido.
Pero, ¿cuál es el rol que juega el estado respecto de ese problema?
En algunos casos, de manera oficial, a través de su legislación, las criminaliza. Tal es el caso de la adicción a las drogas, que se convierte en una cuestión de derecho penal, independientemente del problema de salud pública que representa.
En consecuencia, la persigue con el patrón de selectividad con que funciona el derecho penal.
Y de manera clandestina, desde distintos estamentos del estado, hay integrantes del mismo que participan del negocio del tráfico de drogas, de reconocido poder corruptor.
A su vez, desde el sistema de salud, así como desde las políticas sociales, se definen diversos programas y acciones tendientes a asistir a las víctimas de las adicciones.
Criminalización, persecución selectiva, negocio clandestino y políticas sociales y de salud. Tales las dispares actividades estatales respecto de las drogas prohibidas.
¿Qué sucede con el alcohol? La adicción al alcohol no está tipificada en el código penal.
En cambio, si existen algunas normas y actividades (horarios de expendio, controles de alcoholemia, tipificación de infracción por conducir alcoholizado) que regulan conductas vinculadas al negocio del alcohol. Allí podemos incluir algunas muy tenues restricciones a las publicidades de bebidas alcohólicas, que con campañas agresivas de difusión (ej., la cerveza) han ganado significativas posiciones en los hábitos de consumo de la sociedad.
Impositivamente, también las recauda. En algunos casos, se trata de utilizar al gravamen como herramienta para restringir el consumo.
También en este caso, el estado incorpora al alcoholismo entre los males a afrontar desde sus políticas sanitarias y sociales.
Algo similar ocurre con el cigarrillo. En este caso, el avance ha sido más claro y notorio. El hábito de fumar ha ido perdiendo espacio en los lugares públicos, aun en contra de las expectativas de quienes lucran con él. También se le aplican gravámenes específicos.
También el sistema de salud debe lidiar con las consecuencias múltiples de este hábito.
Para el final de este menú incompleto dejamos el juego. El estado procura monopolizar su explotación, en el caso de nuestro país ,de manera crecientemente extendida, casi sin restricciones de horarios ni de modalidades (incluidas las famosas maquinitas tragamonedas, que generan adicciones más que enfermizas y en realidad no parecen funcionar con la lógica del azar pues no existen chances ni remotas de que la banca pierda), extendiendo el perjuicio del  juego a los sectores más humildes, en especial a personas jubiladas y pensionadas que pierden en esa adicción gran parte de sus ingresos.
Los recursos del juego vuelven en obras, se suele decir, y así es en parte.
Además, se ensayan módicas políticas preventivas y de asistencia, que ni siquiera le hacen cosquillas al negocio ni atenúan de manera relevante el daño que el juego produce.
Hay que ver, entonces, a que cambios nos referimos cuando nos planteamos más estado frente a las adicciones. Y seguramente hay que desarrollar la la masa crítica y las políticas reivindicativas necesarias para llevar adelante esos cambios.
Tenemos algunos desafíos claros:
-que las adicciones a las drogas dejen de ser una cuestión criminal y se aborden de manera seria desde las políticas sanitarias y sociales, para que el esfuerzo de la justicia penal se concentre en perseguir el narcotráfico y no en victimizar perejiles;
-que se desarrollen políticas activas para quebrar la asociación comunicacional que se hace entre el alcohol y el tabaquismo con la diversión y el placer;
-poner freno a la ampliación del negocio del juego, restringir los horarios de funcionamiento de sus establecimientos y fortalecer drásticamente las políticas de asistencia a quienes padecen ludopatías.
La contradicción que debemos quebrar vive en el propio estado. Pero quizá, para lograrlo, resulte importante advertir en qué medida se ha metido en cada familia, vive en los distintos ámbitos de nuestra sociedad.

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