miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL LEGADO DE THIAGO ROA


Thiago Roa falleció el lunes 16 de setiembre a las 20.30 hs. en el Hospital Pediátrico Acosta Ñu de Asunción, luego de una hora de infructuosas maniobras reanimatorias y de dos días de un proceso infeccioso que se tornó irreversible.
Su muerte es un dolor inmenso, pero la lucha de Thiago, de su mamá Nilda y de todos los que lo respaldaron han sido una enseñanza que aun no terminamos dimensionar.
Dos años luchó Nilda para conseguir un transplante de corazón para su hijo. Cuando sintió que tenía muchas menos chances en Paraguay que en Argentina, dejó su país, se vino al conurbano y empezó a atender a Thiago en el Garrahan.
Por intermedio de su madre,consiguió una habitación para vivir en Juan Manuel de Rosas, un barrio de Lomas de Zamora ubicado detrás de Ingeniero Budge y cerca de las ferias de La Salada.
Marcela Ganduglia, trabajadora social de la Unidad Sanitaria Juan Manuel de Rosas, Fabián Amaya periodista que asumió la causa de Thiago como propia y María Laura Williams, entonces enfermera de medicina preventiva, fueron los primeros nexos para que desde la Secretaría de Salud, a través de la Unidad Sanitaria , del 107y de la Subsecretaría Materno Infantil, comenzáramos a asistir a Nilda en la atención y el cuidado de Thiago, estableciéramos contacto con sus médicos en el Garrahan y nos interesáramos por las posibilidades de que pudiera ser incluido en lista de espera para acceder a un transplante en nuestro país.
El propio intendente Martín Insaurralde se dirigió a las autoridades ministeriales, al INCUCAI  y a la presidenta Cristina Kirchner para interceder por Thiago.
Allí descubrimos la tremenda responsabilidad con que INCUCAI y los profesionales del Garrahan manejan estos casos. Aprendimos que para poder incluir a Thiago en lista de espera en nuestro país había que agotar primero las posibilidades de transplantarlo en el suyo, porque en Paraguay se había gestado una incipiente organización para comenzar a efectuar esa clase de operaciones y para difundir la importancia de la donación de órganos, para lo cual habían recibido asistencia y asesoramiento de nuestro país.
Tuvimos en el medio el golpe de estado en el país hermano que afectó transitoriamente las relaciones entre ambas naciones, pero de todos modos siguieron los contactos y al tiempo que Paraguay se normalizaba institucionalmente, también se encaminó la posibilidad que desde Asunción se asumiera el compromiso de recibir a Thiago, brindarle la atención necesaria e incluirlo en lista para poder acceder a un transplante.
Aerolíneas Argentinas dio su respaldo para que Nilda, Thiago y su hermano Fabrizio viajaran a Asunción y allí empezó para Nilda una segunda etapa en su país  donde Thiago recibió todos los cuidados y atenciones en el Hospital Pediátrico Acosta Ñu, a la espera de un corazón.
Así hasta que ese corazón apareció. El resto es la historia más reciente. El primer rechazo, la terapia inmuno supresora para superarlo, la adaptación del órgano pero a su vez el proceso infeccioso que se desató y terminó con la vida de Thiago a pesar de lo mucho que luchó para seguir entre nosotros.
El de Thiago fue el cuarto transplante realizado en Paraguay y todo el país estuvo pendiente de su caso. Por eso, así como lloramos los cientos o miles que supimos de él en Argentina, todo Paraguay vivió la pena de su muerte.
El día que fui a despedirlos al aeropuerto me di cuenta por algunas conversaciones y miradas entre Thiago y su madre y por la actitud con que asumía el viaje, de la tremenda conciencia que él tenía de lo que estaba viviendo. Ese niño sabía que  afrontaba un desafío muy difícil y se aferraba con determinación a la esperanza que su madre y él consiguieron luchando. Quería jugar, quería vivir. 
No hay filósofo ni teólogo que pueda explicarnos el sentido de su muerte, pero si podemos tener conciencia de la fuerza inmensa que habitó sus seis años de vida.
Thiago abrió un surco en nuestras almas, para ayudarnos a entender que no hay causas imposibles, y que la posibilidad se construye con tenacidad y solidaridad, pero también de manera seria, responsable y planificada.
Thiago escribió una página decisiva en la historia de los transplantes en su país. También lo es para la perspectiva de cooperación que dos naciones hermanas tienen en materia de salud.
Y también puso a prueba nuestro sistema de salud y su compromiso con aquella afirmación fundacional del Preámbulo: “para todos los hombres del mundo”.
Por eso, aun en el dolor, estamos orgullosos de ser también la tierra, la casa y el hogar de Thiago, de Nilda y de Fabricio. Y junto al pesar, debemos transmitirles nuestro agradecimiento.

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