lunes, 17 de julio de 2017

JUANA Y EL YACARÉ


"¡No te adelantes,  Juana!”
El pedido es en vano. Descendemos por una angosta pasarela en medio de la selva subtropical y Juana se filtra veloz entre la multitud de piernas hacia el puente de un río pantanoso. Miro adelante y cuando veo su cabeza llegando al puente intento llamarla. Vuelve la cabeza,  me lanza  una mirada furtiva y  se zambulle hacia la izquierda del puente. Trato de apurarme pero las personas que tengo delante me impiden avanzar más rápido.
Me tranquilizo por un instante cuando la veo salir del agua, pero de inmediato se zambulle hacia el otro lado del puente. La angustia se convierte en desesperación, porque de ese lado, sobre un camalote, descansa un yacaré enorme.
"¡Juana!", intento gritar, pero no consigo oír mi voz. El yacaré se desliza hacia el agua y hace piruetas con Juana como si fueran dos delfines. Entonces aparecen otros dos yacarés más pequeños. Juana se lanza buceando por debajo de ellos hacia la orilla y el grande la sigue. Veo borbotones grises. Luego el agua se calma. Los yacarés  vuelven a la quietud, pero Juana no aparece entre las aguas turbias. Los turistas siguen caminando y tomándose fotos como si nada hubiera sucedido. Suena una alarma. Me despierto sobresaltado en la oscuridad.
-¡Era un sueño!
Esta vez sí me oigo. Estoy sentado sobre la cama de mi habitación de hotel y aunque sé que Juana duerme en casa, tengo un nudo en el pecho.
Cuando desperté ella no había salido de abajo del agua y me doy cuenta que no volveré a encontrar la calma si no consigo volver al sueño. Voy al baño,  hago pis,  apago las luces y me acuesto otra vez. Me pregunto si podré lograrlo. Me tapo, me acuesto de costado y pongo las manos abiertas entre las piernas como suele hacerlo Juanita cuando se duerme.
Unos minutos después,  estoy de vuelta en la selva. Veo a un hombre alto y calvo parado junto al puente. Me mira extrañado cuando le hablo y me pide en inglés que le tome una foto junto a su compañera. Nadie parece haber registrado lo sucedido con Juana.
Sobre el camalote,  el yacaré grande descansa. No veo sangre en su boca ni en el agua.
"¿Qué estamos esperando?", dice una voz a mis espaldas.
Me vuelvo hacia ella. Es Juana. Está sonriente y empapada.
"¿Cómo saliste del agua?"
"¿No sabés que me encanta bucear? Nadé por abajo hasta el otro lado del puente.  Y vos,  ¿dónde te habías metido?".
Me arrodillo y la abrazo.
"Estaba buscándote”
"Bueno papi. No me retes que aquí estoy. ¿Falta mucho para ver que veamos las Cataratas?"
"No,  dale, sigamos caminando. Pero escúchame una cosa..."
"¿Qué?"
"¡Ni se te ocurra zambullirte,  en las Cataratas,  porque te matás!"
"Ay, papi,  ¿pensás que estoy loca?"
"No,  para nada"-
Sobre el camalote, el yacaré abre su boca gigante en un bostezo. Juana lo imita y se ríe. Una mariposa se posa sobre su hombro. Intento tomarle una foto pero se vuela. Seguimos caminando. Faltan más de 500 metros para llegar al mirador. Por si acaso, empiezo a hacer fuerza para despertarme.