lunes, 9 de julio de 2018

LA INDEPENDENCIA NO ES UN DÍA



¿Qué aprende una niña entrerriana, misionera, cordobesa, santafesina o correntina? Lo mismo que un niño porteño o tucumano: que el 9 de julio de 1816 es la fecha histórica de declaración de nuestra independencia. Sin embargo, las provincias de esas niñas no estuvieron en el Congreso de Tucumán. ¿Por qué?  Porque habían participado del Congreso de los Pueblos Libres y se habían declarado independientes de toda dominación extranjera el 29 de junio de 1815 en Arroyo de la China, la actual Concepción del Uruguay. El relato oficial retacea a las niñas y niños del litoral y de todo el país que la historia es más compleja, que la lucha por la independencia tuvo visiones y posturas encontradas y que los intereses porteños fueron contrarios a la idea de una confederación de pueblos libres que impulsaba y lideraba José Gervasio Artigas. Aquélla fue la primera declaración de independencia del Río de la Plata y sin embargo, permanece oculta.
No se trata de contraponer una declaración a la otra. A pesar de las diferencias y enfrentamientos, ambas pueden valorarse como complementarias. Pero no encontraremos rumbos razonables en el presente si nos resignamos a un relato histórico que, como en la realidad actual, pretende instalar una única verdad y suprimir todas las expresiones que no coincidan con ella.
¿Por qué los unitarios vencedores en el siglo XIX y rebautizados liberales en el XX decidieron ningunear aquella declaración de independencia?
Mientras los delegados al congreso de San Miguel  de Tucumán fueron elegidos “a dedo” por las familias dominantes de las provincias concurrentes, para los del congreso “de Oriente” se estableció un sistema de elección de representantes que bien puede ser considerado como antecedente de la Ley Sáenz Peña. Los ciudadanos de cada departamento votaban sus representantes  bajo cubierta cerrada y sellada (sobre en blanco) que eran depositados en una urna. Aquel sistema de sufragio universal ignorado por la historia oficial constituyó una novedad absoluta en todo el planeta.
En Tucumán, el debate estuvo centrado en la forma de gobierno con consenso mayoritario en la monarquía constitucional frente a la amenaza del respaldo de la Santa Alianza a Fernando VII y con actitud negociadora frente al avance luso brasileño hacia la Banda Oriental.
En Concepción del Uruguay  se  discutieron la política agraria y el comercio interprovincial y con el extranjero. Se  decidió confeccionar un Reglamento para el fomento de la campaña, poblada por inmensos latifundios que despoblaban y no explotaban las pampas litorales. El Reglamento fue aprobado el 10 de septiembre de 1815 y constituyó la primera reforma agraria de  Latinoamérica.  Disponía la confiscación de propiedades de “malos europeos y peores americanos”,  adversarios de la revolución patriota,  para distribuirlas entre las bases populares que constituían la fuerza del artiguismo. “Los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia”, disponía su artículo 6º.. El artículo  7º establecía que “serán igualmente agraciadas las viudas pobres si tuvieran hijos. Serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros, y éstos a cualquier extranjero”.
El Congreso de Oriente se destacó por la participación de representantes de pueblos originarios. Los representantes guaraníes de las Misiones participaron en igualdad, algo que se había declamado sin concretarse en la Asamblea del Año XIII. “Usted dejará a los pueblos elegirlos con plena libertad para su satisfacción”, escribió Artigas a Andresito Guacurari, quien de inmediato lo comunicó a los pueblos indígenas a su cargo: Santa María la Mayor, San Javier, Santos Mártires, San José, San Carlos y Apóstoles, antiguas reducciones jesuíticas.
Por razones de distancia, los representantes de las Misiones llegaron unos días más tarde y fueron recibidos en Concepción del Uruguay por José Artigas. Allí sesionaron en su propio idioma y ratificaron las decisiones del Congreso.
“He recibido a los diputados con todo aquel afecto que esos pueblos me merecen. Si no he hecho más en su obsequio, es porque nuestra miseria presente no nos permite extendernos a más. Sin embargo, ellos dirán a usted cuanto yo he hecho por agradarlos”, escribió Artigas a Andresito, reconociéndo la “exactitud con que Usted ha invocado los pueblos y  la liberalidad con que ellos han correspondido a nuestros votos”.
Eustaquio Aresayú y José Evaristo Aybú representaron a Santa María, Mariano Ñanduty a San Javier, Miguel Ibayú a Mártires y Tomás Yutipá a San Carlos. Además, Artigas menciona a A ndreés Yacabú, con el que le manda a su hijo adoptivo “un par de pistolas para que las use en su nombre”.
José Gervasio Artigas había adoptado legalmente a aquel joven Guaraní nacido en Santo Tomé o en Sao Joao Borja y que había luchado junto a Manuel Belgrano en su fallido intento por liberar Paraguay y la lucha por la independencia y la libertad de los pueblos fue una constante de sus vidas.
Si la historia oficial se aferra a un relato destinado a sacralizar los privilegios de unos pocos, recordar aquella Declaración de Arroyo de la China este 9 de Julio sirve para reafirmar que la Independencia no es un día y que la lucha de Artigas y Andresito sigue viva.

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