sábado, 27 de noviembre de 2010

Néstor y nuestro renacimiento


Demasiado gramscianos. Para ser benévolos digamos que con los años y las derrotas muchos nos habíamos puesto demasiado gramscianos. Pero, ¿qué culpa tenía Gramsci? Nos llenábamos la boca de guerra de posiciones, pero no sólo retrocedíamos en el escenario. Día a día, íbamos para atrás en nuestros pensamientos, en nuestras ideas, en nuestras convicciones.
Algunos se refugiaban en la resistencia, como presos en un campo de concentración. Otros, que mirábamos de reojo a los que sólo resistían, hablábamos de vocación de poder, procurábamos inventarnos nichos, refugios, atajos, excusas o, en el mejor de los casos, pequeñas realidades, de cuadra, de barrio, de ciudad, de aula, huérfanas de un proyecto común. Decíamos que era mentira que habían muerto las ideologías, pero nos moríamos de miedo a que fuera cierto.
Así fue hasta que llegó él. No sé si aun nos dimos cuenta del todo. Es cierto que lo del 2001 - 2003 fue la crisis de un modelo, se sintió tocar fondo, abrió el camino a la posibilidad de un cambio. Pero los análisis estructurales se quedan sin alma si no ponemos en su justa medida lo que hacen las personas.
Si fuimos entendiendo que podíamos y debíamos cambiar en serio, fue por él.
Teníamos el miedo trepado hasta en la lógica.
Ninguno de nosotros hubiera tenido la entereza, el coraje, la visión de llevar cada pelea hasta donde él la llevó. Cuando lo conocimos ya tenía esa convicción en la mirada. "Esto termina Menem contra mí": aun recuerdo la seguridad conque nos lo dijo. Éramos compañeras y compañeros saturados de intentar sacarle premios consuelo a un peronismo que con Menem primero y con Duhalde después, más allá de diferencias coyunturales, vivía de espaldas a la militancia y a la participación, carecía de sentido estratégico o su único sentido estratégico era mantenerse en la cresta de la ola del poder formal, resignando a cada paso más y más posiciones frente al poder real de los que mandaron casi siempre en estas tierras. Sumarnos a la Corriente que lideraba Néstor Kirchner era buscar un espacio de debate, de revalorización de la política, al que no le veíamos demasiadas chances de acceso al poder, al menos en el corto plazo. Pero ese día, en la casa de Santa Cruz, nos recibió, nos oyó y dijo la frase que nos hizo salir burbujeando, algo confundidos, algo preocupados, algo ilusionados. Aun no se habían bajado Reutemann y De la Sota y él medía apenas cinco puntos en las encuestas.
Y terminó Menem contra él. Y como Menem era el país que había estallado, los convencidos, los confundidos, los desesperados y los ilusionados no tuvimos más remedio que ilusionarnos conque pudiera hacernos transitar por un camino un poco más digno que sus antecesores.
Pero él no se conformaba con eso. Nos llevaba de emoción en emoción, pero también de susto en susto. Por supuesto que nos parecía bien enfrentar al FMI, descolgar el cuadro, transformar la Corte, anular los indultos, reabrir las paritarias, derogar la BANELCO, restablecer la jubilación como un derecho, dinamitar el ALCA, hermanarnos con nuestros vecinos a partir de nuestros intereses, reducir a un dígito la desocupación. Podemos llenar páginas de ejemplos. Pero lo cierto es que en varios de esos temas, en algún punto de la confrontación, nos encontrábamos preguntándonos por las formas o temiendo que él estuviera llegando demasiado lejos. ¡Era al revés que siempre! No teníamos que empujar al líder con nuestros planteos, sino que estábamos llenos de vacilaciones y chirridos cada vez que nos planteaba un desafío nuevo. Y con esa lógica se animó a enfrentar a Duhalde o se libró de Lavagna para que quedara en claro que así como era el presidente para comandar las Fuerzas Armadas, también lo era para comandar la política y la economía. Es como dice Luppi cuando relata lo del cuadro: fue el primero que no vaciló en ejercer a pleno sus facultades constitucionales y ser presidente en serio. O como dijo Dolina: él y otro señor en 1946. Y cuando nos tocó perder, como en la 125, nuestra Cancha Rayada, caminó junto a nosotros, se bancó la adversidad y en vez de retroceder, nos mostró que podíamos y debíamos ir por más.
Creo que cada uno de esos ejemplos se sintetizan o tributan en el más profundo y valioso de los cambios: recuperar la confianza y la fe en nosotros. Si fuimos capaces de derribar muros que parecían infranqueables, si Argentina pudo volver a ser pensada como Nación soberana en la cual sus habitantes podían proponerse recuperar la esperanza de crecer y construir una vida más digna, fue posible porque ese cambio le fue ganando al temor y se fue abriendo paso en el alma de millones de compatriotas.
Néstor Kirchner tuvo una responsabilidad decisiva para que esa transformación se haya dado en cada uno de nosotros. Es el padre de este renacimiento de nuestra patria. También, del cambio que me dio vuelta la cabeza y se me metió en el corazón.
Hoy me siento más digno. Y no habrá día que no se lo agradezca.

El mono disidente (de Alejandro Dolina)


El peronismo ha sido muchas veces actor principal de acuerdos y concertaciones políticas. Hay, por otra parte, un arsenal de pensamientos burgueses que garantizan la conveniencia de buscar coincidencias. Algunos llegan a decir que en realidad, todos deseamos lo mismo y que discrepamos acerca de las metodologías.
Se ha llegado a sostener que las ideologías habían muerto y que bastaba con elegir buenos administradores para que gobernaran. Todo esto viene acompañado con un continuo elogio de las buenas maneras en las discusiones políticas y aún en los conflictos sociales.
A cada momento se nos propone a nuestra admiración la conducta de príncipes sonrientes o de antagonistas que se dispensan elogios mutuos durante las negociaciones.
Estas escasas palabras servirán primero para saludar todas estas ideas que acabo de exponer.
¿Quién soy yo para no ovacionarlas de pie? Pero también, y como humilde despacho en disidencia, propongo un tímido elogio del desacuerdo, de la bifurcación, de la heterodoxia, de la herejía.Después de todo, las revoluciones surgen sólo de desacuerdos: el hombre es un mono disidente.
Me permito entonces, subrayar la acción política de Néstor Kirchner como venturoso gestor de desacuerdos. El se atrevió a recorrer caminos que nadie se atrevía a transitar y que parecían alejarse de las concurridas avenidas centrales que recomendaban los poderosos del mundo global.
Y se metió por unas calles ya olvidadas cuyos nombres sólo se pronunciaban en los foros estudiantiles, en las reuniones de soñadores y en rincones que siempre estaban alejados del poder político.
Esas calles de desacuerdo ahora pueden reconocerse: una conduce al crecimiento del mercado interno.
Otra al control del comercio exterior...
Está también el boulevard de la intervención del Estado, el veredón de los derechos humanos. la esquina de la ley de medios o la plaza de la asignación por hijo.
Por esas calles andaba este hombre. Algunas de ellas, habían sido recorridas por otro señor en 1946.
Ahora bien, cuando alguien del poder político se atreve a caminar estos senderos termina por llegar a un distrito donde el poder político no está en el mismo lugar que el poder económico. Y la bifurcación se produce y son inevitables los ataques de las corporaciones y de los poderosos que tratarán de conseguir el regreso de los gobernantes tránsfugas hacia las avenidas iluminadas de sus intereses.
Hace muchos años hubo por televisión un debate entre el doctor Teodoro Bronzini, líder socialista e intendente de Mar del Plata, y el doctor Beccar Varela, que militaba en el partido que entonces tenía al menos la decencia de admitirse como conservador.
Fue una conversación muy amable y el moderador se sorprendió al fin del programa de que hubieran coincidido en tantas cosas. En realidad, no era sorprendente, ambos políticos formaban parte de una visión liberal del mundo y eran funcionales a los intereses de las corporaciones.
¿Cómo no van a ser amables si en el fondo pensaban lo mismo?
Néstor Kirchner no les parecía amable a las corporaciones.
En verdad, ningún otro presidente salvo aquel otro señor de 1946, les pareció tan desagradable.
Y lo atacaron como a nadie ¿Por qué? No porque Kirchner tuviese mal carácter y fuera confrontativo o cascarrabias.
No se trataba de una cuestión de carácter: este tipo había tocado sus intereses.
Y fue el único que lo hizo.
Todos los demás parecían aceptables en algún momento porque también en algún momento eran funcionales a los intereses del poder económico.
Y eso es todo lo que quería decir, a veces no hay más remedio que disentir, que persistir en el desacuerdo. Hoy casi por única vez en nuestra historia, el poder político no está donde está el poder económico.
Y este hombre que ahora se ha ido produjo un último acto de insujeción. Su muerte encendió la luz, y como en un refusilo vimos algo que la cerrazón de los medios había ocultado en la oscuridad: las calles laterales, las que no recomendaban los poderosos, estaban llenas de gente.
Transcripción de las palabras dichas por Alejandro Dolina en el homenaje a Néstor Kirchner efectuado en ND Ateneo
( http://www.youtube.com/watch?v=bLlH0yVpRS0 )