martes, 9 de enero de 2024

UN NIÑO EN EL GTA



 Enfundada en un traje elegante, la mujer baja de su auto y el niño hace que Franklin acelere con el suyo para atropellarla. El cuerpo de la mujer queda tirado sobre el asfalto con una pequeña huella de sangre. Franklin conduce en reversa y vuelve a pisarla. La sangre ya es un charco. Se aleja del lugar y luego de unos pocos metros intercepta otro vehículo, también conducido por una mujer. El hombre, enfundado en un ambo gris, baja del auto y ataca a la mujer arrancándola de su habitáculo. La víctima queda tirada en el asfalto y el niño decide que el hombre le robe el auto y se marche a toda velocidad.

Estoy parado detrás de un niño de  seis años que, sentado en el sillón grande de la sala,  maneja el  joystick con gesto impersonal. Su padre lo mira desde el otro sillón y todos seguimos el derrotero de Franklin, un pandillero treintañero  que se gana la vida como embargador de coches y también suele dedicarse a realizar algunos atracos  junto con Michael y Trevor, también protagonistas de esta edición de GTA.
En la pantalla, Franklin sigue adelante con sus andanzas y en un suspiro el niño logra que suba a una terraza desde la cual controla con ojos de vigia.
Algo se mueve allá abajo, en una ruta desierta.
-Una liebre- dice el niño- La mato.
-¡La liebre no!- digo, luego de haberlo visto en silencio deshacerse de varias personas.
Franklin dispara y la presunta liebre cae fulminada.
Franklin sigue su marcha. Se apropia de otro auto luego de golpear a otra mujer, choca en una bocacalle, vuelve a correr y el paisaje cambia. En unos instantes lo tenemos en lo alto de una barranca verde que me recuerda a las de Mar del Plata, aunque esta edición del juego transcurre en una ciudad imaginaria de la Costa Oeste de Estados Unidos.
El niño no parece encontrar aquí personas o animales a quienes dispararles. Franklin sigue trepando hasta llegar a una especie de cumbre que tal vez sea el lugar más alto de ese paisaje en HD.
-Bajá con cuidado, no te apurés- dice el padre.
Franklin desciende un par de metros y se queda mirando hacia el vacío.
-Mejor me mato- dice el niño.
Franklin salta hacia adelante y se estrella sobre el asfalto de la ruta que recorre la base de la barranca.
"MUERTO", dice un cartel rojo y la silueta de Franklin sobre la ruta se pierde en  la pantalla que se difumina en gris.
El niño se cansó de jugar. Se queda sentado en el sillón con el joystick entre las manos, mirando a ninguna parte. De pie a su alrededor, no atinamos a movernos, como si fueramos personajes del juego congelados en ese final.

lunes, 1 de enero de 2024

LEONA

-¿Otro tatuaje?

- Sí. Una leona...

-¿Un león?

-No, una leona.

-¿Y el que se hizo antes, qué era?

- No sé cómo explicarte...Es más abstracto.

-Una mierda, querés decir...

-No, es lindo.

-Y bue.... Entonces no te hagas drama por el león.

-No, es demasiado, es muy chica. La leona es más grande y no está bueno que tatuarse se le haga un hábito.

-¿Una cabeza de León con la melena?

-¡Una leona! ¿No entendes la diferencia?

-Vos tenés la culpa.

-¿Qué culpa?

-Le dejas hacer lo que quiera. ¡Vos le pagaste el tatuaje anterior!

-Sí es por pagar, vos nunca vas a tener la culpa...

-Vos no sabés decir que no.

-Ya le dije que no.

-Y para qué me jodés.. 

- No te jodo. Es tu hija también y no es una cuestión de culpa.

-¿No?

-No, tiene 16 años y son cosas de su edad que no sabemos cómo manejar.

-Bueno  pensemos.

-Qué querés pensar.

-¿Por qué se quiere tatuar?

-Para verse distinta, para definir su identidad, porque se tatúan casi todas.. 

- Hace 20 años,  si te tatuabas, era heavy,,  no conseguías laburo por tumbero, pero ahora...

- Ahora lo distinto es no tatuarse...

-¡Claro! ¡Hay que decírselo! ¡Mandale un whatsapp!!!

-Me jodés...

-¿Por qué?

-¿Vos pensás que va a cambiar de idea por un mensajito?

-Bueno, decile...

-Sí, hablo siempre con ella...

-A mi no me da bola.

- Vos no le das bola ni le dedicas tiempo.

-No empecemos...

-Sí, mejor no. Ya le voy a hablar. Y está vez voy a sostener el NO.

-¡No es No!

- ¡Qué gracioso! Igual va a ser NO porque el tatuaje que se quiere hacer vale  50 lucas y no se los pienso dar.

-¡Hubieras empezado por ahí! 


....... 


-¡Hola mami!

- Hola. ¡ Qué contenta que estás!

- SI. Contenta y sorprendida.

-¿Por qué?

-Por papi. ¿Vos hablaste algo con él?

-No...¿qué pasó?

-Mirá -dijo mostrándole el antebrazo- ¡Mi leona! ¿No es lindo? Papá me acompañó y me lo pagó.  Dijo que quería ver como era el lugar donde me lo hacían. 

-¿En serio?

-¡Sí! Y él también se hizo uno. ¡Gracias ma!

Se le colgó del cuello antes que pudiera decir algo de su enojo y la vio tan feliz que sólo sonrió.  

Media hora después le llegó el mensaje del padre pidiéndole pagar el tatuaje a medias. "Si querés lo descuento de los alimentos".

"¿También querés que ponga plata para el tuyo?", respondió ella y apagó el teléfono. 

-¿Pasa algo, mami?

-No, linda, no pasa nada. Está genial tu leona.  ¿Te duele?

-Muy poco.

-Bueno, descansá un poco. ¿Querés que te prepare algo para comer?

HOSPITAL PÚBLICO 30/12

El muchacho se acostó en el tandem de sillas de la sala de espera buscando una posición en la que el dolor fuera menos intenso.

Un rato antes, una enfermera le tomó la temperatura y la presión. Veinte minutos después lo vio una doctora que le preguntó que síntomas tenía y le ordenó un análisis de sangre.

-Tenemos que descartar una apendicitis- dijo a la madre del muchacho justo antes que la mujer intentara acribillarla a preguntas.

Una decena de pacientes y sus familiares aguardaban en la sala de espera de la guardia del hospital público de Mar de Ajó.

La extraccionista se hizo esperar más que la médica.

-Les pido paciencia- dijo la enfermera -Hoy tenemos una sola extraccionista y tiene que atender los casos de la guardia y los de cirujía.

"Tenemos para rato. Aún falta que le hagan el laboratorio. Me quedan 10 de batería", escribió la madre en su celular.

-No tenemos más remedio que esperar- dijo una mujer de labios delgados con más fastidio que resignación.

-No sé si alguna de las clinicas tiene laboratorio en la guardia...

-No. Ni la Porres ni la de San Bernardo. 

-¡No tenemos escapatoria!

Las mujeres se quedaron en silencio. El muchacho intentó distraerse con su teléfono, pero el dolor seguía siendo intenso. Él y otros dos pacientes aguardaban a la extraccionista. 

La madre del muchacho comenzó a recorrer una a una las caras de las personas presentes. Intentaba deducir quienes eran de la Costa y quienes turistas.

"Turistas 70 a 30", pensó. Una niña llevaba puesto un barbijo. Recordó los tiempos de pandemia, bocas y narices cubiertas, miradas esquivas. 

-Hacé un poco de frio acá- dijo su hijo. 

-Apoyate en mi regazo- le dijo, y trató de consolarlo acariciándole el pelo. Tenia 16 años y ya media más de 1,90, pero seguía siendo de niño la luna de su rostro. 

Cuando la extraccionista llegó, fue el primero en pasar. 

-¿Viste que no dolió?- dijo luego de tomarle la muestra en un suspiro. -Ahora vas a tener que esperar un rato más. 

Volvió al tandem y se sentó.

La médica ya se habia ido y según les sopló una enfermera, el director del hospital se había hecho cargo de la guardia. 

-¿Cuánto hace que estamos acá? Esto es increible, este pais no tiene arregló.Estamos condenados, no tenemos suerte. Acá en la Costa gobiernan los K.

"Otra vez quejándose esta vieja", pensó la madre intentando no responderle. "Aunque parece más joven que yo".

-Hace décadas que gobiernan los kirchneristas acá. Son una lacra- insistió la mujer buscando que alguien se hiciera eco de sus comentarios.

-Me parece que no tiene nada que ver lo que decís. Nos están atendiendo con amabilidad, la mayoría somos turistas y tratan de hacer lo mejor posible.

-Ah, sos kirchnerista.

-No es esa la cuestión. Estamos acá en el hospital y vos misma me dijiste que las clinicas privadas no tienen laboratorio en la guardia. Además, este hospital, el nuevo de la ruta y la mayoria de los hospitales los hicieron los peronistas, o kircneristas, como decis vos.

-¡Bueno! ¡Entonces seguí esperando y tomá de tu propia medicina!

-¡Anda a cagar!

Se quedaron en silencio, una sentada junto a la otra, sin mirarse.

Un rato después, una enfermera se acercó a la madre para avisarle que ya estaba el resultado del análisis y en cinco minutos el director del hospital atenderia a su hijo.

El muchacho se levantó del tandem y se sentó junto a su madre.

-¿Duele igual?

-Me parece que ahora un poco menos.

-Ya casi estamos.

Cuando entraron al consultorio, el médico lo hizo acostar en la camilla y revisó su abdomen.

-¡Qué alto su hijo, señora! No entra en la camilla!

 Percutó varias veces alrededor del ombligo. Luego hizo presión en el costado inferior derecho buscando un dolor agudo. 

-No creo que sea apendicitis. Pero los glóbulos blancos están un poco altos, todavía no podemos descartarlo.

Que sólo tome líquido, no puede comer nada. Creo que va a poder descansar bien, pero si el dolor se pone muy intenso se vienen. Creo que es una gastroenteritis fuerte.Vuelvan mañana a las nueve así  confirmamos el diagnóstico y si está todo bien le doy una dieta y en un par de días estará bien.

Salieron del consultorio y la madre agradeció a una de las enfermeras por la atención. Al llegar a la puerta, se cruzaron con un hombre flaco y alto como el muchacho que ingresó con un niño de la mano.

-Mami, ¿ese tipo no es de la tele?

-Si, un periodista "K". Si lo llega a reconocer se muere la vieja...

domingo, 26 de noviembre de 2023

GERMÁN Y CHANA

 


En esa foto eran tres. Germán, Chana y el pequeño Juampi. Germán lleva la pipa en la boca, una cámara fotográfica colgada del cuello, el mar con el bastidor de un muelle interminable a sus espaldas y la mirada atenta a la cuarta pared. Cobijados en sus abrigos, parecen los únicos habitantes de ese instante de mar. Ella de un brazo de Germán, la mirada en la arena, la sonrisa de alguna conversación cómplice. Algo comparten la mano de Germán y la del niño. Tal vez allí aún no sabían que serían cuatro. Mucho menos, que seis meses después de la llegada de Lucas, el 5 de agosto de 1971, viajarían rumbo a Mar del Plata en tren. Datos, recuerdos y suposiciones. Testimonios,  memoria e imaginación. ¿Cómo no intentar compartir ese viaje? 



Bajaron del taxi, subieron por las escaleras laterales y entraron al hall central de Constitución. Los ojos del bebé esquivaron el trajín de personas apuradas y volaron hacia los arcos, los ventanales y las claraboyas del techo de la estación. Chana empujaba el cochecito, Germán arrastraba la valija y el bolso grande. Juampi correteaba entusiasmado.

Exhibieron sus pasajes al guarda y avanzaron por el andén 14. ¿A qué tren subirían? Ocho formaciones brindaban ese servicio y sus nombres eran familiares para los usuarios: Estella Maris, Golondrina, Atlántico, Luciérnaga, Lobo de Mar, Neptuno, Costa Sur... Ninguno de ellos. Caminaban junto al último de los 12 vagones de acero inoxidable del Marplatense, que lujoso y confortable los esperaba en su quietud imponente. 

El gobierno de Perón había comprado esos vagones a la Chesapeake & Ohio Railway, una empresa que no llegó a usarlos en un frustrado servicio entre Washington y Cincinatti. Fueron dos furgones mixtos, dos coches cantina y ocho de pasajeros simples. Estos últimos, dotados de gran confort, contaban con apenas 36 asientos cada uno más ocho sillones de tipo lounge. En pocos años, el peronismo convirtió a Mar del Plata en emblema del acceso de los trabajadores al turismo y lo reafirmó desde 1951 con la puesta en marcha, de un servicio rápido y confortable. Para algunos, el único tren de lujo de nuestra historia ferroviaria. Perón aprovechó la oportunidad y pagó a buen precio esos coches que no habían sido utilizados. Tenían aire acondicionado, puertas neumáticas, iluminación fluorescente, pisos alfombrados, baños con agua fría y caliente y un sistema de audio con parlantes y luces individuales en cada asiento.

 El guarda tocó dos veces el silbato, la locomotora quebró la quietud y se oyó el quejido de fuelles y vagones. Un vendedor de alfajores saltó al andén, una muchacha arrojó un beso a la ventanilla de un soldado. Chana se quedó en los ojos de Juampi encendidos por el inicio del viaje. Germán vio esfumarse por la ventanilla la silueta de una mujer que hablaba sola sentada en el último banco del andén. El tren fue sumergiéndose en la nube gris del sur industrial. Playones de carga, moles brumosas, charcos en calles rotas de empedrado. “La fábrica parece un duende de hormigón”. Juampi protestó por el olor nauseabundo. Estaban a punto de cruzar el Riachuelo.


La onda expansiva de la gran ciudad desdibujaba el gesto inicial de las localidades hilvanadas por el ferrocarril y Germán se esmeraba en arrancar, desde la ventanilla del tren, instantáneas de pueblo a la gran ciudad: macetas y ropa tendida en una terraza, dos mujeres con el carrito de las compras conversando en una esquina, pibes pateando en una canchita o algún almacén de esquina con paredes de adobe y puerta en la ochava. Pero el tendido ferroviario, sus estaciones y la trama urbana inicial de aquellas localidades ya no alcanzaban para explicar ese mar difuso de casas, edificios, calles, cunetas, zanjas, cableados, chimeneas, pasillos, prefabricadas, plazas, basurales y ranchitos  que crecía por todas partes al influjo de una multitud de personas que habían elegido ese cauce para inventarse su lugar en el mundo. Así hasta las últimas esquirlas de los barrios más distantes que precedieron la llegada del tren al paisaje rural.

Brandsen quedó atrás. Chana y Lucas dormían. También Juampi. Germán Abrió la alforja y sacó el guión de su nueva obra. Revisó algunas dudas que había anotado en los márgenes respecto a la puesta y luego se perdió en la ventanilla. Miró el campo y pensó en el día de sol. 

“Pampa sin fin, viajero plateado de luz en el inmenso azul, sobre los huesos ya esfumados de los indios que alguna vez fueron, corriendo hacia el sur, siempre hacia el sur. Chana dormida con sus mejillas flotando en un recorte de luz. Siempre ella. Imposible entender mi viaje sin ella, imposible saber quién soy. El amor enfrentando al dogma. La voz insistente que me llevaba del brazo a mirar teatro hasta sacarme de la cerrazón. Me negaba al lenguaje del teatro y ahora me lo paso descubriendo lugares y personajes capaces de cobrar vida en un escenario. A Chana siempre. ¿Cómo no dedicarle cuanto escribo si repartimos juntos la primera edición de Cabecita Negra librería por librería? Ella me abrió la puerta de aquel café interminable con Augusto Fernandes después de Soledad para cuatro. Fueron gracias a ella esas noches interminables con Halac, Cossa y Jáuregui y gracias a ella también todo el teatro que escribí. Animarme a más también. ¿Por qué tenemos que mirarnos de reojo con los vanguardistas del Di Tella? ¿Acaso no podemos enriquecer nuestro realismo con el lenguaje de vanguardia que proponen? Acercar, hacer la síntesis, cruzar la pista por la cuerda floja como un equilibrista, aunque me puteen. Todavía me resuena la voz de Cipe aun más que la ovación del público cuando me increpó en el hall del teatro después del estreno de Réquiem. “Como judía, no puedo aceptarlo”. Así, como mi padre no aceptó que me casara con una cristiana. El escenario y la cuarta pared. Una estación vacía, casi abandonada en medio del campo, salida de vaya a saber que sueño, como aquella que soñé para que alguien sentara a sus camaradas sobre dos sillas en la sala de espera para ordenar allí que los fusilaran. ¿Será que me estoy durmiendo? ¿Dónde nos llevará este viaje? ¿Cuándo nos toque bajar del tren, será Villa Luro, Mar del Plata o Praga?”



- ¿Qué tenés ahí?

-La obra nueva. 

- ¿Puedo?

- ¡Claro! Es un primer borrador…Pasame a Lucas.

- ¡No, que se va a despertar! Puedo igual... ¿Sordos ruidos oír se dejan?

- ¿Está mal?

-No sé. Esperá que leo…

Chana se metió en el borrador y dejó a Germán a solas con Juampi, el rezongo del tren y la tibia monotonía del campo. “Venimos de estar pendientes de todo lo que sucede, de estar enterados de lo último y más novedoso y aquí, en esta pampa de vacas, alambrados y pueblos pequeños, parece suceder siempre lo mismo, minuto a minuto, día tras día”.

Una pareja de horneros cantó detrás del techo a dos aguas de la estación y el nido sobre la horqueta del poste de luz se estampó en la mirada de Germán antes que Sevigne se esfumara como un suspiro, Chana seguía leyendo como si el tren y el mundo se hubieran detenido. 

-Está bien el título…

- ¿Sí?

- ¿Se la mostraste a alguien?

-Sos la primera…

-¿Qué estás inventando, el realismo de vanguardia?

-¡Mala! Costumbrismo vanguardista también podría ser…

-Me gusta mucho. El riesgo es que te puteen desde las dos veredas…

-¿No se podría hacer para la tele también?

-¡Ja! Estás apurado… ¿Para cuándo un guión de cine?

-No sé… 

-Simón Brumelstein estaría muy bien para una película…

-Lo podría enlazar con El Gato Dorado…

-¡Y el romance de Félix y la mucama!

-¡Paremos acá! Se está poniendo peligroso este viaje.

- ¿Vamos a parar? Quiero ir al baño, papá…

-Vamos, yo también. ¿Hay olor a comida o me parece a mí?

-Vayan al comedor. Nos quedamos con Lucas leyéndote…

El bebé se retorció, forcejeó con brazos y piernas y comenzó a llorar.

-Vayan, vayan. Lucas también tiene hambre.

- ¿Te traemos algo?

-No, nada… El tipo que escribe en la pared de la Rosada…

-¿Qué?

-También podría estar en la peli con Simón y los gatos voladores…



Cuando volvieron del vagón comedor, Chana y el bebé dormían. Se sentaron con sigilo, tratando de no despertarles. Germán guardó el guion. Juampi miraba hacia el campo haciendo dibujos imaginarios en la ventanilla.

-Volvieron- dijo Chana al despertar.

-¿No querés ir a tomar algo vos ahora?

-Un café con leche podría ser, así me muevo un poco, que estoy entumecida. Te paso a Lucas…

-¿Puedo ir, mami?

-¡Vos ya fuiste!

-¡Dejalo! Dale, vení. Te cedo mis medialunas.

Germán acunó al bebé en su brazo izquierdo y se quedó mirándolo a través de los cristales de su miopía. Al verlo chupetear se metió la mano en el bolsillo, sacó su pipa y se la puso apagada en los labios. Chupete y pipa meciéndose al ritmo suave del traqueteo del tren.



Cuando Chana y Juampi regresaron del comedor, Germán caminaba por el pasillo con Lucas en brazos sin poder calmar el llanto. 

-Se despertó recién y no para de llorar. Chana lo recibió en sus brazos y tardó unos minutos en conseguir que se calmara.

-Parece molesto. ¿Tendrá fiebre? Le noto un poco caliente la frente…

-Una vez que nos instalemos buscamos una farmacia.

Chana asintió en silencio. No quiso preocuparlo, pero si seguía así tendrían que llevarlo a una guardia.

Atrás quedaron los techos a dos aguas con tres chimeneas de la estación Vivoratá. Faltaba media hora para llegar a Mar del Plata.



Con los mismos pies que pisaron Puerto Stanley o  la Isla de Pascua, Germán bajó del tren y comenzó a caminar junto a su familia por el andén. Hacía frío, querían llegar cuanto antes al departamento y no era momento para la ceremonia del café con leche enfrente de la estación ni  quedaban energías para viajar en colectivo. Chana propuso un taxi y se hizo su voluntad.

Germán se sentó en el asiento delantero del Siam Di Tella luego que el taxista guardara la valija y el bolso en el baúl y Chana se acomodara con los niños en el asiento trasero.

-Hubiera sido mejor un Falcon- le protestó al oído antes de subir.

-Atravesé la Patagonia de punta a punta en un Citroen.

Chana le devolvió una mueca que no llegó a ser sonrisa. Allí estaban, rodando por Luro en la ciudad desierta hacia un departamento cercano al centro de la ciudad. Al bajar del taxi, un viento azul les quemó de sal los labios congelándolos como intrusos. Juampi tiritaba arrinconado contra la puerta de entrada y Chana se acurrucaba sobre el bebé mientras Germán revisaba sus bolsillos una y otra vez en busca de las llaves.

- ¿No te las di?

- No quisiste. Te ofrecí guardarlas. Buscá con calma.

Germán se permitió respirar y exploró más allá de un agujero del bolsillo de su abrigo. Las llaves se habían deslizado hacia el fondo del forro. Cuando lograron entrar en el departamento Germán se dejó caer en un sillón como si acabara de sobrevivir a una odisea. Juampi exploró hasta el último rincón del departamento mientras Chana mecía al bebé.

-Ger…

- ¿Qué?

- Es muy frío este departamento.

- Un minuto, ya me fijo.

-Papi…

- ¿Qué?

- ¿Dónde está el mar?

Se sacudió la somnolencia y se puso de pie. Buscó una estufa sin éxito y encendió las hornallas de la cocina.

-Así, hasta que se caliente.

Chana lo miró llevándose un dedo a los labios y acomodó al bebé en la cuna.

- ¡Por fin! Ahora me siento yo.

“En una obra de teatro, sería una habitación de tres paredes sobre el escenario. La ventana sería la pared que falta. Pero ésta da al hueco del edificio, no hay demasiado mundo para mirar acá”.

-¿Qué flor es esa?- preguntó Juampi parándose a su lado frente a la ventana y señalando una maceta que colgaba de una ventana.

-Un malvón.

Trató de asomar la cabeza para ver el pedacito de cielo que le tocaba a la planta y sólo pudo ver cemento.

-Tenés razón, Juampi. Desde acá no se ve el mar – dijo Germán al oído del niño luego de asomarse a las ventanas. Vení, ponete la campera que te lo voy a mostrar.

Fueron en ascensor hasta el último piso y luego siguieron por las escaleras hasta la terraza. Germán miró en 360 y luego trepó a la escalerita del tanque de agua.

-Vení, subite acá conmigo… ¿Ves?  Allá está el mar.




Germán y Juampi salieron a  comprar comida arropados y hambrientos. Cuando volvieron al departamento, Chana los recibió al borde del llanto: mecía desconsolada al bebé que no parara de llorar.

-¡Estoy asustada! Recién hizo unas convulsiones…

-¿Tendrá hambre?

-No, no es hambre, algo tiene y no tenemos a nadie cerca para consultar. Lo mejor va a ser llevarlo a una guardia.

-¿Le damos algo de comer a Juampi antes?

-Vámonos ya. No sabemos qué tiene. Seguro no es nada grave, pero necesitamos que lo vea un médico.

Lucas lloró aún más fuerte, como si quisiera reafirmar los argumentos de su mamá. Chana cargó su bolso, Germán metió una milanesa dentro de un pan para Juampi y diez minutos después estaban los cuatro otra vez subidos a un taxi, viajando rumbo a la guardia del hospital.

En la guardia los atendieron de inmediato. Después que la enfermera le tomara la fiebre, el médico auscultó a Lucas, le revisó la garganta y la nariz, buscó dolores e inflamaciones explorando con los dedos su pancita blancuzca y luego de unas cuantas preguntas, decidió que lo mejor era que el bebé quedara internado junto a su madre en observación.

-Lo probable es que no sea nada, pero va a ser mejor que se quede hasta mañana para que veamos cómo evoluciona.

Germán y Chana se miraron y no hizo falta que hablaran demasiado. Ella tenía que estar sí o sí junto al bebé y no tenía sentido que Juampi se pasara la madrugada dormitando en una silla del hospital.

-Lo mejor es que te vayas ya al departamento con Juampi y mañana vuelvan bien descansados a buscarnos.

-No me gusta, pero es lo mejor. Molestaríamos si nos quedamos. Pero mañana nos levantamos bien tempranito y a las nueve ya nos tenés acá. 




Volvieron al departamento, hombre y niño en silencio, como si alguien hubiera abierto una pausa en la vida en la que no se puede hacer otra cosa que dejar pasar el tiempo. Estaban cansados y se acostaron apenas llegaron al departamento.

-Pa, yo me quería quedar con mami… -protestó Juampi desde la cama por primera vez quebrando el silencio en la oscuridad de la noche.

-No se puede, el hospital no es un hotel. Sólo Lucas y mami se pueden quedar. Ahí van a estar bien cuidados. Te prometo que mañana nos levantamos tempranito y los vamos a buscar. 

-¿Mañana Lucas ya  va a estar bien?

-Sí, claro, seguro le darán el alta.

-¿Mañana temprano?

-Mañana temprano. Ahora dormí.

Germán apagó la luz y se quedó con los ojos abiertos, boca arriba en la oscuridad de la habitación. Había transferido al niño la poca tranquilidad  que le quedaba. En su pecho  los temores aprovechaban la quietud y el silencio para hacer oír sus voces.

“¿Cómo puede ser que nosotros estemos aquí, abrigados y cómodos en el departamento, mientras Chana y Lucas pasan la noche en el hospital sin saber qué tiene el bebé?” 

Pensó si acaso no había sido un error llevar al bebé a un viaje tan largo. La intranquilidad se le había quedado metida en los pulmones, le daba vueltas por la cabeza, le tensaba la respiración, aunque sabía que descansar y volver al otro día era lo razonable. No había algo mejor para hacer. Pensó en las historias que un escritor inventa y las que vive y se preguntó si tendría el talento para poner en palabras ese momento: Juampi y él en el departamento, Chana y Lucas en el hospital, una familia en dos lugares distantes de la misma ciudad, tratando de pasar la misma noche, mecidos por el mismo mar, cobijándose del mismo frío, respirando la incertidumbre de lo que pudiera depararles en unas horas el nuevo día. Por un instante tuvo el impulso de prender la luz y ponerse a escribir. Pero no. Siguió en la oscuridad deshojando pensamientos y preocupaciones. El campo, los horneros, el traqueteo del tren suavizado en la somnolencia. “Mi cabeza sigue viajando. Pero quiero volar al hospital y escribirla a ella, despierta boca arriba, pendiente del sueño del bebé, cansada y sin poder dormir. La enfermera que pasa, el paciente que llama desde otra sala. Ya no hace frío aquí. Hace rato que no se oye el ascensor y el silencio parece la voz de la oscuridad. Aquí no hay aullido ni voz dulce ni lápidas de cementerio judío iluminadas por el resplandor de la zona de los sueños. No me espía un Rabino ni aparecerá la bove con su pañuelito de campesina rusa. Pero recuerdo la canción. En las ramas de los árboles, hay hojitas verdes, y los vientos las arrancan, dormite mi amor. Pero aquí adentro está tibio, aquí el viento no entrará, porque aquí están mis brazos, que su furia pararán´.Juampi se durmió con mi promesa en el umbral de los párpados: mañana temprano. No escribiré ahora. Me duele un poco la  cabeza. Sólo Chana sigue en vigilia. Me dormiré y seguiré viajando en el tren”.





-¿Cómo durmieron la mami y su bebé?

-Lucas como un ángel. Yo casi no dormí.

-Vigilia de madre. Las mías ya son grandes, pero me acuerdo.

-¿Nenas?

-Tres. La menor va a cumplir quince.

-¡Y yo sola con tres varones! Los otros dos vendrán en un rato.

-Acá te dejo el desayuno. Lo importante es que el bebé está bien y cuando pase el doctor seguro les da el alta.

Té con leche. Después de tanto café, volvía a tomar té con leche. Dio un sorbo y no entendió por qué le daba asco de niña. Abrió el paquete de galletitas de agua, las hizo crujir usando sus manos de mortero y tiró los pedacitos en la taza. Después comió y bebió su menjunje con la cucharita. Apenas amanecía y la ventana le sugería una Mar del Plata aún en brumas. “¿Tendremos sol por la tarde? ¿Podremos ir a caminar un rato por la playa con el bebé bien arropado? A Germán le gusta el mar fuera de temporada. Cruzar apurados la rambla, que el viento te sale los labios, algún caballo con o sin jinete en la playa. Él siempre mirando lo que otros no ven”.

¿Qué más dicha que descansar, disfrutar de tu bebé y saber que todo no ha sido más que un susto? Sin embargo, pasaban los minutos y Chana comenzaba a intranquilizarse. “¿Por qué Germán y Juampi aún no vinieron? Quizá se quedaron dormidos. ¿Se habrá quedado escribiendo hasta tarde? Pero me dijo a las 9. Él es muy puntual y más conmigo”.

Cuando el médico llegó a verla, aún no habían llegado. Entró de buen humor para confirmarle que el bebé había evolucionado bien y que pronto les darían el alta.

-Doctor, estoy muy preocupada. Mi marido me dijo que venía a las 9 sin falta, y son casi las once. Quisiera ir ya a ver qué pasa… 

El médico la escuchó y le cambió la cara. Se quedó en silencio unos segundos, repasando la película de lo sucedido, con los síntomas confusos, los llantos, las convulsiones, la mejoría, las palabras de la mujer…

-Yo voy con usted. Lo mejor va a ser que la acompañe.

La prisa del viaje les aceleró la angustia. Al entrar al departamento junto a Chana, el temor que se encendió en la cabeza del médico al escuchar las palabras de la mujer, se convirtió en certeza. La razón del malestar  del bebé estaba en el departamento. Germán y Juampi estaban muertos. Se acostaron a dormir y la mala combustión los mató durante el sueño sin que ninguno de los dos llegara a despertarse y reaccionar.

Allí, ante sus ojos,  yacían los cuerpos del niño y del hombre que había llegado hasta los lugares más lejanos del país a bordo de un Citroen y siempre había regresado encendido de testimonios, preguntas e inquietudes. El tren de Constitución a Mar del Plata con la breve ida y vuelta al hospital había sido su último viaje y no había llanto, grito, súplica o silencio de Chana que pudiera traer de vuelta a Germán y Juampi. Nada cambiaba por abrir las ventanas y ventilar el departamento. Nada podía hacer por ellos el vagamente dorado sol invernal.
















jueves, 26 de octubre de 2023

ANACONDA CON MEMORIA

La noche en que Charly sonreía celebrando sus 72, ella apenas respiraba. Trataba de seguir, de reponerse de ese trágico instante en que un momento placentero se convirtió en un infierno. Pero no lo lograría y en la mañana siguiente nos derrumbó la noticia de su muerte.

“Este mundo moderno se ha vuelto demasiado complejo para que cualquiera de nosotros pueda entenderlo”, dice Mariana citando a Tim McGraw. Ella habla en mi celular desde el último de sus  podcasts, mientras garabateo estas palabras en la PC de una de sus amigas de los tiempos de FM La Tribu, que supo engancharse con cada episodio de "Es al Revéd" y aguijonearme para que los escuchara.

Pero no estoy aquí intentando comprender las nuevas complejidades del mundo. Sólo pienso en la muerte. No hablo en términos filosóficos o religiosos ni porque pretenda alguna forma de trascendencia para las almas. Cuando mi abuelo Félix falleció, mi mamá se aferró a su cabeza con ambas manos y se preguntó desconsolada donde irían todos los talentos y saberes de aquel hombre. Ahora que la Anaconda ya no está y no puede activar su memoria, me hago la misma pregunta y me abruma descubrir que entre  febrero de 2021 y octubre de 2023 ella alumbró 192 episodios. De mi abuelo me quedaron unos cuadritos cubistas en miniatura que él creaba pegando recortes de papeles de colores y metalizados. De Mariana, además de su libro en un estante a los pies de la cama, nos queda en esta casa su voz valiente desde cada uno de estos episodios, producidos con esmero y en los que demostraba su curiosidad, su afán  por entender, su rigor para no dar nada por sentado, su valentía para no sucumbir al dogma del núcleo duro, su inquebrantable entereza para no callarse ni renunciar a las preguntas y seguir sosteniéndose aún después de las represalias.

Ya sé que no está bien definir a la muerte como injusta. Pero da tanta bronca que ella no pueda compartir esta reinvención agónica de la esperanza, que no podamos oírla hablando de esto que vivimos y celebramos sin conseguir comprenderlo del todo. Este era el tiempo para que su voz fluyera, para que su vida se llenara de lugares y oportunidades de hacerse oír. Pero no. En las clases de filosofía suelen decir que la muerte no es un problema porque no admite solución y Mariana Moyano, aunque sigue hablando en mi celular mientras escribo, ya no está.

“Cuando una destilería cierra, los whiskies que se fabricaban allí pasan a una dimensión espectral”, escribió y dijo alguna vez. No frecuento misas ni toco bocina al pasar junto a los santuarios improvisados al costado de la ruta ni tengo fe de trascendencia alguna más allá de esta vida que respiro.

Sé que Mariana Moyano ya no está y que no hay solución para eso.

Pero escucho su voz niña a prueba de whisky, la misma que le oí en momentos de reencuentro con sus amigas Mariana y Sofía o haciendo preguntas incómodas que terminaran significando su última intervención en un programa de televisión, y sospecho que Anaconda con Memoria se convertirá en un santuario, en un lugar al que podremos ir una y otra vez, no sólo por el placer y la nostalgia de escucharla, sino para encendernos en esa actitud curiosa, ávida e íntegra conque supo iluminarnos la vida.

miércoles, 16 de agosto de 2023

TUS PIES

 


"Esos pies te sostendrán junto a mi último silencio y a partir de allí  seguiré caminando en tí".
¿Es egoísta la poesía? ¿Escribo de tu andar o sólo me interesa sobrevivir en tus pasos?
Esos pies están en mis ojos con sus redondeces, sus valles y sus pendientes desde tu primer día.  Aun hoy,  que son más largos que los míos,  se acunan en mis ojos y pienso que sabrán seguir siendo niños mientras encuentren el  tiempo de descansar así, despreocupados y desnudos.
Soy apenas un testigo de tu viaje, alguien que enciende la memoria de sus pies en la dicha de contemplar la marcha y el descanso de tus pasos.
Los miro quietos y caminan en mi memoria desde antes de su paso cero. En la cuna, la casa, las veredas, los patios, las canchas, las aulas, las playas, las calles, el mar y los ríos, tus pasos son los latidos de mi vigilia.
Fuera de foco se fuga tras ellos tu silueta.
“Hay que ser cautelosos con los poetas; la historia está siempre de su lado”, dicen que le dijo Bujarin a Stalin.
Pero yo sé que más allá acá de mis palabras, tus pies escriben su rumbo.
Mis versos quedarán en algún baúl y la historia  caminará en el talento de tus pasos.

martes, 20 de junio de 2023

LA BANDERA, BELGRANO Y LA HISTORIA OFICIAL


¿Por qué celebramos el día de la bandera el 20 de junio, si Manuel Belgrano la creo, enarboló e hizo jurar por primera vez el 27 de febrero de 1812? 
La elección del día de su muerte sería anecdótica si no supiéramos del destrato y los ocultamientos a que fue sometida su figura en el relato mitrista de nuestra historia.
Antes e aquel 27 de febrero, Belgrano había solicitado permiso del gobierno para que sus soldados llevasen un distintivo que los diferenciara de sus enemigos: "Excmo Señor: Parece que es llegado el caso de que V.E. se sirva declarar la escarapela nacional que debemos usar para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones que puedan sernos de perjuicio… ".
Un decreto del Triunvirato del 18 de febrero de 1812 autorizó la creación de la escarapela, "de dos colores, blanco y azul celeste", siguiendo el diseño propuesto por Belgrano.
Al responder al Triunvirato no ocultaba su entusiasmo, informando que el 23 de febrero había entregado las escarapelas a sus hombres para que "acaben de confirmar a nuestros enemigos de la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de América". Pero el gobierno de Buenos Aires no mostraba el mismo fervor. El Triunvirato y en especial su secretario Bernardino Rivadavia estaban más interesados en las relaciones con Gran Bretaña, aliada de España contra Napoleón. Ante la noticia de que Venezuela había declarado su independencia el 5 de julio de 1811, el embajador inglés en Río de Janeiro, lord Strangford, le había informado que su país no estaba dispuesto a aprobar en ese momento ningún intento independentista en el Río de la Plata. 
Para Belgrano resultó lógico y necesario que después de las escarapelas fuera el momento de contar con un pabellón. El 27 de febrero de 1812 bautizó Independencia a la segunda batería establecida a orillas del Paraná e hizo enarbolar en ella una bandera, cosida por doña María Catalina Echeverría, una vecina de Rosario, con los mismos colores de la escarapela. Su creador ordenó a sus tropas jurarle fidelidad en estos términos: "Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad".
Al recibir la noticia en Buenos Aires, Bernardino Rivadavia, secretario del Triunvirato, le envió una carta que pone de manifiesto la contrariedad y el enojo que le había despertado la noticia.
"La demostración con que Vuestra Señoría inflamó a las tropas de su mando enarbolando la bandera blanca y celeste, es a los ojos de este gobierno de una influencia capaz de destruir los fundamentos con que se justifican nuestras operaciones y las protestas que hemos anunciado con tanta repetición, y que en nuestras relaciones exteriores constituyen las principales máximas políticas que hemos adoptado. Ha dispuesto este gobierno que haga pasar como un rasgo de entusiasmo el enarbolamiento de la bandera blanca y celeste, ocultándola disimuladamente y sustituyéndola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortaleza, procurando en adelante no prevenir las deliberaciones del gobierno en materia de tanta importancia. El gobierno deja a la prudencia de V.S. mismo la reparación de tamaño desorden, pero debe prevenirle que esta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición a la uniformidad y orden. V.S. a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho en cumplimiento de esta superior resolución".
¿Qué bandera acompañaba la carta? La española, que el Triunvirato seguía izando en el fuerte de Buenos Aires.
Belgrano siguió usando la bandera nacional, pues a comienzos de marzo había marchado a hacerse cargo del Ejército del Norte y se enteró de la carta varios meses después. Con paciencia y firmeza, dejó en claro a Rivadavia su comprensión del momento histórico que estaba protagonizando en una carta admirable.
"Debo hablar a V.E. con la ingenuidad propia de mi carácter, y decirle con todo respeto que me ha sido sensible la reprensión que me da en su oficio del 27 del pasado, y el asomo que hace de poner en ejecución su autoridad contra mí, si no cumplo con lo que se me manda relativo a la bandera nacional, acusándome de haber faltado a la prevención del 3 de marzo por otro tanto que hice en Rosario. No había bandera y juzgué que sería blanca y celeste la que nos distingue como la escarapela, y esto, con mis deseos de que estas provincias se cuenten como una de las naciones del globo, me estimuló en ponerla. Vengo a estos puntos, ignoro, como he dicho, aquella determinación, los encuentros fríos, indiferentes y tal vez enemigos. Tengo la ocasión del 25 de Mayo y dispongo de la bandera para acalorarlos y ensusiasmarlos; ¿y habré por esto cometido un delito? Lo sería, Sr. Exmo., si a pesar de aquella orden, yo hubiese querido hacer frente a las disposiciones de V.E.; no así estando ignorante de ella”.
“La bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella, y se harán las banderas del Regimiento Nº 6, sin necesidad de que aquella se note por persona alguna, pues si acaso me preguntaren por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el Ejército, y como éste está lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán con lo que se les presente".
"En esta parte V.E. tendrá su sistema al que me sujeto, pero diré también, con verdad, que como hasta los indios sufren por el Rey Fernando 7º y les hacen padecer con los mismos aparatos que nosotros proclamamos la libertad, ni gustan oír el nombre de Rey ni se complacen con las mismas insignias con que los tiranizan. Puede V.E. hacer de mí lo que quiera, en el firme supuesto de que hallándose mi conciencia tranquila, y no conduciéndome a esa, ni otras demostraciones de mis deseos por la felicidad y glorias de la Patria, otro interés que el de esta misma, recibiré con resignación cualquier padecimiento, pues no seré el primero que he tenido por proceder con honradez y entusiasmo patriótico".
La fecha de su muerte como día de la Bandera fue decretada en 1938 el presidente Roberto M. Ortiz.
Manuel Belgrano nunca les gustó y el retrato mitrista de la historia procuró reinventarlo como un romántico entusiasta e inexperto.
Pero sus principales logros nacieron de sus desobediencias al gobierno porteño y de su compromiso independentista. Por eso no lo mencionan como coautor del Plan de Operaciones junto a Mariano Moreno, aquel documento que Mitre escondió por su concepción contraria al centralismo porteño. 
¿No merecen nuestros hijos saber que el 24 de mayo de 1810, frente a las vacilaciones para destituir al virrey, mocionó para que se lo revolee por una ventana si no se hacía a un lado?
Hoy que hablamos de fake news y de lawfare, ¿no es bueno que sepamos que se remontan al principio de nuestra historia? ¿O no tuvo similar intención el proceso que se le inició el 6 de junio de 1811 con denuncias de mal desempeño sin que pudieran aportar una sola prueba para inculparlo?
Es bueno que sepamos que la política de hostigamiento de Rivadavia y el poder central a patriotas como San Martín y Belgrano incluyó propagación de noticias falsas, líbelos periodísticos de difamación política y personal, intentos de juzgamiento y, en el caso de San Martín, hasta un plan de asesinato. No difiere tanto de lo que nos toca ver en el presente, máxime si recordamos que fue Bernardino Rivadavia, como parte de su alineamiento con Gran Bretaña, quien contrató en 1824 el empréstito con la Baring Brothers, un endeudamiento que terminó de cancelarse en 1904 y que, como los contraídos durante el Proceso o por el actual gobierno, incluyó negociados con las comisiones y nunca fue destinado al objeto para el cual fue solicitado.
Por eso acusaron a Rosas de traidor y le atribuyeron la decisión de alzarse con la suma del poder público, cuando en realidad fue a partir del derrocamiento de Derqui y la llegada al poder de Mitre, luego de Pavón, que avanzaron en el diseño de un estado a la medida de sus intereses.
Así hicieron también con el yrigoyenismo, con el peronismo y con cada uno de los gobiernos y líderes que expresaron y llevaron adelante políticas de ampliación de ciudadanía y de derechos.
Por eso pretendieron instalar a Perón como el tirano prófugo y adjudican el robo de un PBI al anterior gobierno.
Manuel Belgrano, periodista pionero, impulsor de la educación popular, respetuoso de los pueblos ancestrales, promotor de la reforma agraria y de la industria y militar por elección de lucha por la libertad y la independencia, escribió alguna vez que “el estudio del pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir” y nos legó un deseo: “que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia es solo para aquellos”. Imposible recordarlo sin hacer propio el desafío de ser buenas hijas e hijos de esta patria.