lunes, 27 de septiembre de 2021

EL OLVIDO QUE SEREMOS

 


Dos jóvenes  irrumpen en moto en una calle de Medellín y acribillan a balazos a un hombre. Un minuto después llega corriendo el hijo de la víctima. Se derrumba junto al cadáver, lo pone boca arriba y llora sin consuelo.

En algún instante de su dolor inexplicable, revisa el bolsillo del pecho del saco ensangrentado y encuentra dos papeles: uno tiene un soneto manuscrito. El otro, una lista de condenados a muerte.
Encuentra el nombre de su padre en la lista como un presagio tardío, una amenaza que ya no será temida.
En  algún momento de su dolor insoportable, suspira entrecortado de congoja y lee el soneto en la  letra  y la voz de su padre.

Ya somos el olvido que seremos
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres, y que no veremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte, y las endechas.

No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo,
esta meditación es un consuelo.
                                                     JLB

¿Qué es esta burla de su padre relatándose muerto con la sentencia de muerte en el bolsillo de su  cadáver?
Con el tiempo descubrirá que el soneto no figura en la obra poética publicada del ezcritor que identifican las iniciales.
"Es apócrifo ", le dirán, suponiendo la falsedad de la autoría atribuida.
Pero, ¿qué significa apócrifo?
El uso del vocablo como "falso" proviene quizá de los evangelios apócrifos, aquellos no incluidos en el viejo y el nuevo testamento. Sin embargo, la palabra "apócrifo" es de origen griego (apó = lejos; kryptein = ocultar). O sea que también significa "oculto lejos".
El hijo de la víctima investiga y descubre que el autor de las iniciales obsequió el soneto que no publicó a una o dos personas que lo habrían difundido hasta que el hombre asesinado lo leyera en una revista a la que estaba suscripto.
Feliz de su descubrimiento, no podía sin embargo tener certeza absoluta. Al fin y al cabo, el soneto tiene un cierto parentesco con un texto de  un escritor al que el autor de las iniciales había traducido.
¿Copia o inspiración?
El hijo se pregunta entonces si  la propia historia de su padre ejecutado por dos sicarios llevando en el bolsillo del pecho su sentencia de muerte y el soneto manuscrito, no es acaso inequivoca creación del hombre de las iniciales: un laberinto de  Jorge Luis Borges.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

SANTA ROSA EN ATALAYA

Era una casucha de madera y chapas, un botecito dado vuelta en el medio del campo, con una palmera de mástil, un ombú con vacas dormidas a sus pies y comadrejjas en las cuevas.

El campo tenía un molino, pero eramos dos niños que nada sabíamos del Quijote. El gigante era nuestro padre y bastaban una cañita y una lata oxidada llena de lombrices para pasarnos una tarde pescando en el arroyo . 

Cuando empezaba a caer la noche, contabamos los murcielagos que salían de la palmera mientras Oscar encendia los soldenoches y Buby inventaba la cena en una cocina destartalada.

Fue una noche de agosto en que el cielo estallaba y la casa intentaba no naufragar en el temporal que oimos su nombre por primera vez: la tormenta de Santa Rosa. 

Las paredes temblaban a nuestras espaldas. Preferimos no acostarnos y quedarnos sentados con los ojos gigantes y los oidos atentos a la furia del temporal.

Hoy sé que Santa Rosa no existe ni hay modo de saber cuando nos sorprenderá en la noche una tormenta terrible.

Respiro la tensa calma del calor del fin de otoño y presiento que en cualquier instante puede suceder.

Cada vez que el cielo estalla, 

aquella casilla a la deriva vibra en mi alma, como un suspiro de incertidumbre  que me recuerda niño y viene a poner a prueba mi  certeza del amanecer.