martes, 9 de enero de 2024

UN NIÑO EN EL GTA



 Enfundada en un traje elegante, la mujer baja de su auto y el niño hace que Franklin acelere con el suyo para atropellarla. El cuerpo de la mujer queda tirado sobre el asfalto con una pequeña huella de sangre. Franklin conduce en reversa y vuelve a pisarla. La sangre ya es un charco. Se aleja del lugar y luego de unos pocos metros intercepta otro vehículo, también conducido por una mujer. El hombre, enfundado en un ambo gris, baja del auto y ataca a la mujer arrancándola de su habitáculo. La víctima queda tirada en el asfalto y el niño decide que el hombre le robe el auto y se marche a toda velocidad.

Estoy parado detrás de un niño de  seis años que, sentado en el sillón grande de la sala,  maneja el  joystick con gesto impersonal. Su padre lo mira desde el otro sillón y todos seguimos el derrotero de Franklin, un pandillero treintañero  que se gana la vida como embargador de coches y también suele dedicarse a realizar algunos atracos  junto con Michael y Trevor, también protagonistas de esta edición de GTA.
En la pantalla, Franklin sigue adelante con sus andanzas y en un suspiro el niño logra que suba a una terraza desde la cual controla con ojos de vigia.
Algo se mueve allá abajo, en una ruta desierta.
-Una liebre- dice el niño- La mato.
-¡La liebre no!- digo, luego de haberlo visto en silencio deshacerse de varias personas.
Franklin dispara y la presunta liebre cae fulminada.
Franklin sigue su marcha. Se apropia de otro auto luego de golpear a otra mujer, choca en una bocacalle, vuelve a correr y el paisaje cambia. En unos instantes lo tenemos en lo alto de una barranca verde que me recuerda a las de Mar del Plata, aunque esta edición del juego transcurre en una ciudad imaginaria de la Costa Oeste de Estados Unidos.
El niño no parece encontrar aquí personas o animales a quienes dispararles. Franklin sigue trepando hasta llegar a una especie de cumbre que tal vez sea el lugar más alto de ese paisaje en HD.
-Bajá con cuidado, no te apurés- dice el padre.
Franklin desciende un par de metros y se queda mirando hacia el vacío.
-Mejor me mato- dice el niño.
Franklin salta hacia adelante y se estrella sobre el asfalto de la ruta que recorre la base de la barranca.
"MUERTO", dice un cartel rojo y la silueta de Franklin sobre la ruta se pierde en  la pantalla que se difumina en gris.
El niño se cansó de jugar. Se queda sentado en el sillón con el joystick entre las manos, mirando a ninguna parte. De pie a su alrededor, no atinamos a movernos, como si fueramos personajes del juego congelados en ese final.

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