Bartolomé
Mitre se queja de la mayoría de los que no piensan, de nuestro populismo
horrible, de esta dictadura con votos. Si hasta se estrena como peronólogo y se
anima a afirmar que este gobierno no es peronista (no sé cómo se sentirán ahora
algunos muchachos que últimamente se dedican a decir lo mismo).
La
CNN instala el debate del voto calificado en base a la educación o el nivel
social.
No
son sólo exabruptos o fuegos de artificio.
Aun
cuando controlan buena parte del poder real, no les parece suficiente y se
plantean seriamente cargase a la mismísima democracia reformateándola a su
medida.
Por
supuesto que no sorprende. Toda la historia del poder económico concentrado
está jalonada de crímenes, intolerencia y autoritarismo.
Pero
sí está claro que estamos en un momento complejo.
Por
un lado, van por todo y empecinados en su modelo de concentración de la riqueza,
no vacilan en cargarse al estado de bienestar de los países centrales y en
dejar a miles de familias en la calle como resultado de la recesión económica y
la emboscada de las hipotecas.
Pero
a su vez, tienen crecientes dificultades para representar, esto es, comienza a
costarles cada vez más hilvanar una política que intente crecer desde la
derecha hacia el centro para disputar en el plano de la democracia
representativa.
La
han devaluado, ninguneado y tergirversado tanto, que le han perdido el respeto
y la paciencia y comienzan a mostrar de manera más habitual la brutalidad de su
verdadero rostro.
Se
trata de una realidad que asusta y esperanza a la vez.
Asusta
porque no tienen límites y son capaces de las peores atrocidades.
Esperanza
porque desnuda una orfandad política y una exacerbación de la unilateralidad
que revela una mala comprensión de la realidad multipolar del mundo, de la
evolución de los procesos políticos que se viven en las distintas regiones y de
las posibilidades ciertas de sostener un nivel tan profundo de disociación con
los intereses de las mayorías.
Las
democracias sudamericanas que se han atrevido a un camino distinto padecen
crecientes niveles de hostigamiento interior y exterior que buscan deslegitimarlas
y reinstaurar el orden neoliberal.
Pero
aun cuando esos ataques pueden implicar
necesariamente un desgaste para los gobiernos, sus impulsores no logran hacer
pie en la voluntad popular y las recientes elecciones de Venezuela, las
municipales de Brasil o las previsiones para las elecciones ecuatorianas
expresan esa imposibilidad que convierte a los exabruptos de Bartolomé Mitre o
a los disparates de CNN en una confesión de esa impotencia.
No
nos van a regalar nada. Pero sus esvásticas, gases pimientas, insultos, golpes,
aprietes, extorsiones, asesinatos, desapariciones (en democracia se nos
llevaron a Julio López) y manifestaciones de odio irracional nos confirman que
vamos por el buen camino.
Tenemos
que transitarlo con inteligencia y sin aislarnos de la mayoría.
Bartolomé
Mitre nos cree ignorantes. La CNN piensa cómo hacer para que no votemos.
Es
tiempo de demostrar quien piensa mejor en esta historia.
Más
ciudadanía, más derechos. De eso se trata nuestro horrible populismo.