martes, 20 de mayo de 2025

LO VIEJO, LO NUEVO Y EL HÉROE COLECTIVO



“El Eternauta comenzó siendo un cuento corto, de apenas 70 cuadros. Luego se transformó en una larga historia, una suerte de adaptación del tema de Robinson Crusoe. Me fascinaba la idea de una familia que quedaba sola en el mundo, rodeada de muerte y de un enemigo ignorado e inalcanzable. Pensé en mí mismo, en mi familia, aislados en nuestro chalet y comencé a plantearme preguntas”. El origen era esa familia que queda sola en el mundo, pero el camino que elige Héctor Germán Oesterheld para enfrentar a ese enemigo no es él de un náufrago solitario. "El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, solo". El Eternauta fue publicada entre 1957 a 1959 en Hora Cero Semanal, publicación de la editorial Frontera, fundada por el propio Oesterheld. Inmediatamente antes, entre 1953 y 1957, habían nacido las cuatro hijas de Héctor y Elsa: Diana, Beatriz, Estela y Marina. Hoy, cuando El Eternauta es puesta en el centro de la escena por una serie admirable, millones de personas caen en cuenta de una verdad que la mayoria de las personas ignoraba: Héctor Oesterheld, sus cuatro hijas, tres yernos y dos criaturas que quizá nacieron en cautiverio, fueron desaparecidas. Aunque se comportaron como fuerza de ocupación, no eran extraterrestres, sino una dictadura heredera de los bombardeos del 55, los fusilamientos de José León Suárez, la proscripción del peronismo y la supresión de las libertades democráticas. Sólo sobrevivieron a la dictadura Elsa Sánchez, mujer de Héctor, y su nieto Fernando Araldi Oesterheld, que tenía un año cuando su mamá fue secuestrada y desaparecida, fue llevado a la Casa Cuna y luego recuperado por sus abuelos paternos. ¿Qué hizo la dictadura con el geólogo que devino escritor, guionista de historietas y militante peronista? "Su estado era terrible. Permanecimos juntos mucho tiempo. [...] Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de Héctor se refiere a la Nochebuena del '77. Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y para fumar un cigarrillo. Y nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces Héctor dijo que por ser el más viejo de todos los presos, quería saludar uno por uno a todos los presos que estábamos allí. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos. Héctor Oesterheld tenía sesenta años cuando sucedieron estos hechos. Su estado físico era muy, muy penoso", contó Eduardo Arias, quien compartió cautiverio con él. En realidad, Héctor aún no había cumplido 58 años (casualmente, la edad de Ricardo Darín, que hoy es Juan Salvo en la serie). Elsa, su mujer, dijo sin medias tintas su verdad sobre lo vivido: "La bronca se me mezclaba con el dolor, porque yo no podía entender que el hombre con el que habíamos sido tan felices, el escritor pacifista y democrático que había plasmado su amor al prójimo en todas sus obras, hubiera tomado partido por algo violento. Porque aunque él no lo fuera, era cómplice de los que lo hacían y ponía en riesgo a sus hijas. Héctor miraba a los jóvenes que querían un mundo mejor y exclamaba: 'Estos chicos son maravillosos'. Y yo le contestaba: 'Hasta ahí vamos bien, pero no podemos dejar que se expongan'. Si me hubiera escuchado". En 1976, Elsa le escribió una carta a su hija Diana, una de las hijas embarazadas. Decía: "Hijita mía querida, en medio de todo este horror, de este infierno, acabo de recibir tu carta. No puedo decirte lo que esto ha sido para mí, tratá de imaginar la necesidad ya delirante que tengo de estar con alguna de ustedes, de hablar, de consolarnos, y de querernos más que nunca, de unirnos, de protegernos. (...) A fuerza de vivir en la ficción, en nuestra casa se gestó la novela de ciencia ficción más terrible que jamás cerebro alguno pudo crear: la destrucción y degradación de toda una familia en forma sistemática”. El 14 de diciembre de 1977 dos uniformados tocaron el timbre de su casa y le entregaron a Martín, su nieto de tres años. Lo habían secuestrado después de matar a quemarropa a su madre, Estela Oesterheld, y a su padre, Raúl Mórtola. "Le trajimos al nene, que estuvo con el abuelo". Martín afirma que lo llevaron con el abuelo para preguntarle con quién podían dejarlo. "Si no hubiera sido por mi nieto Martín, al que yo crié cuando lo devolvieron, no hubiera seguido viviendo". Siguió y no dejó de luchar. “Mi nombre es Elsa Sánchez de Oesterheld y soy la mujer de Héctor Germán Oesterheld, famoso en el mundo por haber escrito la historieta El Eternauta. En la época trágica de este país desaparecieron a mis cuatro hijas, mi marido, mis dos yernos, otro yerno que no conocí, y dos nietitos que estaban en la panza. Diez personas desaparecidas en mi familia. Pero prefiero recordar los años en los que fui feliz”, diría años después. "Yo soy una persona que juré que no me iban a aplastar. Y que iba a recuperar lo que me habían sacado. Mi lucha es para que mis nietos sepan la verdad, por eso yo no hablo de restitución sino de derecho a la identidad”. Elsa murió en 2015 sin lograr esa verdad. Sin embargo, la obra cumbre de Héctor, rescatada por una serie producida por una plataforma de video bajo demanda en momentos en que Argentina es gobernada por un presidente que invoca las fuerzas del cielo y reivindica la dictadura que desapareció a su familia, se convirtió en suceso mundial y al calor de su impacto, la lucha militante por la verdad y la identidad cobra nuevas fuerzas y la propia publicidad institucional de la serie es intervenida con los rostros de Héctor y sus hijas. El Eternauta hoy La serie ha trascendido la dimensión de fenómeno artístico y cultural para erigirse en una referencia crítica del modelo que hoy padecemos que excede los límites impuestos por el fracaso del anterior gobierno y las limitaciones y conflictos de las representaciones políticas y sociales. Es obvio que disfrutar de la historia no implica necesariamente que todas las personas asuman y proyecten sobre el presente las metáforas que en su momento alumbró la pluma de Oersterheld y que los guionistas han traido con maestría a nuestros días. Decía Ricardo Darín que una de sus aspiraciones principales es que la vean los jóvenes. Eso parece estar sucediendo y asi lo he podido confirmar con mis hijos y sus amigas y amigos. Si en otros casos les insistimos que miren u oigan algunas obras o artistas y los perseguimos con información de contexto, en este ven la serie por si mismos y las preguntas sobre lo sucedido vienen solas. Vuelvo sobre la decisión de traer la historia al presente. Que Juan Salvo sea un ex combatiente o que exista un personaje como el de Inga, una piba que con su novio hace delivery en bici, fortalece el enraizamiento con el presente que padecemos y permite conecta con muchísimas personas a quienes las representaciones políticas y sociales no supieron hablarles. Pero hay otra apuesta de la serie que es revulsiva y despierta complicidad del público: cuando la tecnología entra en crisis, lo viejo sirve. Sirven tocadiscos y megáfonos, sirven estancieras, Renault 12 y antiguos colectivos Mercedes, sirven las ametralladoras conque lucharon los soldados de Malvinas, sirven los viejos equipos radiotransmisores. ¿Entenderemos que sirven también, entonces? esas viejas y viejos que aquí son gaseados y golpeados cada miércoles? El Eternauta es una historia que supimos mantener en pie de boca en boca evitando por décadas que sucumba al silencio y el olvido. Así, hasta su encuentro con ese grupo de personas que con talento la convirtieron en serie e hicieron que las criaturas que imaginó Oesterheld y dibujó Solano López llegaran a millones de hogares en todo el mundo. Releer la historieta En estos días, después de ver tres veces la serie, releo El Eternauta. "Me sentí más pequeño que nunca. ¿Qué podríamos hacer nosotros contra semejante adversario?" se dice en la historieta Juan Salvo en lo alto de una tribuna de River luego de la batalla contra los cascarudos. "Roberto Mosca, el historiador, continuaba imperturbable con su trabajo. ¿Para que se empeñará tanto si con seguridad no habrá nadie en el futuro en condiciones de leer su historia?" Siguió adelante, pese al escepticismo de esas palabras. Luchar sirvió y escribir lo sucedido fue imprescindible para mantener viva la memoria. Hoy, cuando el peronismo y otras expresiones populares se debaten entre los internismos y el desconcierto, no será una serie la que supla o supere esas carencias. Pero quizá pueda darnos algunas buenas pistas para lo que viene. Que sepamos concentrarnos en hacer bien lo que depende de nosotros, fortalecer nuestros grupos de pertenencia reconciliándolos con la razón que les dio origen y valorar los escasos recursos que podamos disponer sacándoles el mejor provecho es parte del desafío. Necesitamos escuchar, comprender , articular lo diverso en torno a lo que nos une y fortalecer el compromiso solidario. No necesitamos liderazgos infalibles ni voces providenciales. El hombre o la mujer común que somos: allí encontraremos la fuerza para sobreponernos a esta pesadilla trágica.