jueves, 4 de septiembre de 2008

París

“Nuestros hijos se acordarán, Nuestros hijos se acordarán...”
Con el pago al Club de París:
-ejercemos la iniciativa;
-sorprendemos;
-reconocemos debilidad surgida de factores externos y torpezas propias;
-nos van a dar una palmadita de reconocimiento y nos van a seguir corriendo la zanahoria para pedirnos más;
-cedemos a una concepción más “lulista” de nuestro “populismo”;
-seguimos desnudando la fragilidad de la oposición;
-nos paramos sobre “lo que somos” y nos seguimos alejando “de lo que podríamos” o “de lo que deberíamos” ser.
Es posible que ya no tenga sentido recitar las cosas que hicimos y que no hicimos para llegar al momento de tener necesidad de tomar la decisión –que hasta probablemente es acertada- de pagarle al Club de París.

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En tanto, ya que Moreno sigue:
-¿no podrá pedirle a don Alfredo Coto –aunque sea de rodillas- que no se acaben tan rápido el pan y los tomates “del gobierno”?
Eso sí, hay que reconocerlo, no nos corrieron con la vaina, no nos obligaron a cambiarlo. Al fin y al cabo, él es parte de nuestras reservas morales- o ideológicas, o doctrinarias-, que son más importantes que las otras. Mientras, ganamos tiempo y nos seguimos reagrupando. Tanto, que desde el Movimiento Evita vamos a pelear la interna del PJ. O no. O amagamos pelearla. O sí, pero no nos aceptan nuevos afiliados y nos semiproscriben. ¿Sumaremos a algún descontento en nuestra lista? Nos mandó Néstor. No nos mandó. Es una jugada genial. Es una pelotudez. Nos posicionamos. Quedamos en evidencia. Jugamos en serio. En serio que nos pasan a valores. Es un gesto. Es una mueca. Es un salto cualitativo. Es un salto al vacío. ¿Alguna lectura posible más? Emilio, muchachos: ¡manden fichas!

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La inflación no es como la pintan ni como la mentimos. El desaceleramiento tarda más en llegar de lo que pronostican. Casi cercados por la necesidad, empezamos a hilvanar algunos aciertos. Y el enano pitoniso bonaerense –que también evalúa qué hacer con la interna del PJ- no puede con el rencor, lanza profecías y apura los pasos de su retorno. Tal vez tengan razón los que creen que como rival nos da más de lo que nos quita. Pero no confiemos en que pueda alcanzarnos con eso. Repasemos nuestros módicos aciertos, recordemos qué hicimos y con quiénes para conseguirlos. Y tratemos de no creer que los clásicos gestos de demostración de poder son el único lenguaje posible de la política.

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