Previsibilidad. Aunque entre la militancia
kirchnerista de paladar negro subsisten grandes reservas, ese es quizá el principal
atributo que le reconocen a Daniel Scioli quienes lo perciben como posible
presidente para la etapa que viene.
Capacidad de gestión. Es lo que distingue a
Florencio Randazzo. Con los trenes, los pasaportes o los DNI, se ha mostrado
capaz de gestionar con eficiencia y también pudo superar obstáculos como los
que se le presentaron en la transformación ferroviaria.
Sin embargo, ni Daniel Scioli ni Florencio Randazzo
parecen ser percibidos con las condiciones necesarias para ejercer un liderazgo
aglutinador de quienes se identifican con los logros del kirchnerismo.
Más allá de los puntos de diferencia que puedan
existir entre ambos en las encuestas, está claro que muchas personas
comprometidas con este gobierno se encuentran frente a un dilema.
Algunos gobernadores y sindicalistas que valoran
gestos y códigos más tradicionales, se adelantaron a elegir a Scioli. Espacios
como Carta Abierta, en cambio, optaron por la mayor cercanía política que Randazzo
exhibe con el gobierno que integra como ministro (aunque su fuerte parece ser
más la acción que expresar el relato de este nuevo ciclo de gobierno nacional y
popular).
Y existe también una amplia franja que no se siente
del todo expresado por ninguno de los dos.
¿Cómo se salda esta cuestión?
La clave está en la tercera palabra: liderazgo.
El liderazgo de este proyecto político lo ejerce de
manera indiscutible Cristina Fernández de Kirchner.
Si Scioli puede reivindicarse como alguien probado,
¿quién más probada en las adversidades que Cristina Fernández a lo largo de su
mandato, habiendo padecido la muerte de Néstor y superando al menos dos
intentos notorios de derrocamiento?
Hechos, no palabras, es un dicho que suele repetirse
en reivindicación de la capacidad de acción que distingue a Randazzo.
Cristina expresa la palabra y los hechos. La palabra
como expresión de lo que sucede, lo que estamos viviendo, los peligros que nos
acechan, los objetivos que debemos cumplir, y los hechos como capacidad de
gestión comprobada a lo largo de los años. Pero no cualquier capacidad de
gestión: se trata de un hacer coherente con esas palabras.
El kirchnerismo, fiel a su identidad peronista, es
un relato que se sostiene en los hechos. Y Cristina Kirchner es quien mejor lo
expresa y quien ejerce el elocuente liderazgo del proyecto. Un liderazgo que,
en el último año de su mandato, es valorado de manera positiva por la mayoría
del pueblo.
Por eso, nada peor que la ansiedad frente a la
incertidumbre por las candidaturas. El liderazgo de Cristina Fernández de
Kirchner, la coherencia con este proyecto y el compromiso con el desafío de ir
por lo que falta, tiene agenda y rol protagónico para todos los que sientan esa
vocación por encima de las incógnitas e
incertidumbres que pueda depararnos cada candidatura.
Tomemos conciencia que estamos completando un ciclo
aún más largo que el del primer peronismo y que el gobierno popular no se va
derrocado sino por la puerta grande, con su imagen fortalecida y con excelentes
posibilidades de que el FPV gane las elecciones.
Por eso, no minimicemos las dudas que puedan
surgirnos frente a uno u otro candidato. Pero que no nos atrapen ni no nos
inmovilicen, porque somos parte de un movimiento con una dinámica, una
fortaleza y un liderazgo capaz de superar cualquier flaqueza o intento de
retroceso.
A
los candidatos les debe quedar muy claro que no hay chances de vampirizar esa
fuerza para después desecharla.
Nuestro primer paso será protagonizar junto a nuestra
conductora un 25 de mayo inolvidable. Y sin sentarnos a esperar la letra chica
y atreviéndonos a ser protagonistas, seamos capaces de construir de la mano de
Cristina otra gran victoria del pueblo.