domingo, 31 de mayo de 2015

La sonrisa


Cuando la sonrisa se enciende suele suponer alteridad.
Personas, situaciones que nos encienden el rostro y despiertan el movimiento de músculos que ya saben hacer esa tarea desde que nacemos.
Sin embargo, hay momentos en que la sonrisa es un gesto íntimo, solitario. Momentos en que nos miramos, nos reconocemos, nos encontramos con algo que pensamos, que nos estamos diciendo y nuestra voz interior contagia a la cara dibujando una mueca que no vemos, pero que por un instante nos entrecorta la respiración y nos pone trémula la mirada.
Con esa sonrisa recibimos algo que acabamos de entender, de descubrir, de recordar o de decirnos.
Es un gesto tibio, una caricia que nos permite dar otro paso, un espacio a partir del cual caminamos con otro andar, con foco nuevo para nuestras incertidumbres y nuestras certezas.
“Converso con el hombre que siempre va conmigo”, escribió Machado.
Quizá sea uno de los momentos de esa conversación en que un hallazgo de nuestra voz nos invita a tocarnos el alma.

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