Flameaba en el resplandor de la pantalla
El vapor frágil de su tecito de frutilla
Sus dedos en el ratón encendían palabras
Que los ojos inquietos mecían en su mirilla.
Pájaros de ceibo en sus manos inventoras
Rojas las frutillas, sus labios y el champán
Saliva y burbujas su entrepierna redentora
Agitada en los temblores de la curiosidad.
Sobre un desierto blanco descubrí su vuelo
y a mi alma se le dio a la fuga el olvido
al aprender de su piel como sabe la verdad
En mi lengua su gemido fue un anzuelo
Y no existe pecado ni culpa ni castigo
Que pueda convertirla en estatua de sal.
nos mudamos
Hace 2 años