A ella le brotaban palabras en la punta de los dedos, un cardumen de garabatos en un río de papel que desembocaba en la avidez conque sus ojos recuperaban su propia voz. Entonces,él, sentado frente a ella, la miraba a los ojos y veía el río. Y para descifrar los garabatos no necesitaba leer al revés del papel.
nos mudamos
Hace 2 años
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