Es cierto que la mayoría de quienes enfrentan a este gobierno lo hacen molestos y preocupados por sus aciertos y no por sus errores.
Pero con nuestros errores nos hemos puesto en la riesgosa situación de quedar condenados a una irreparable situación de aislamiento y derrota.
Sabemos lo difícil que es intentar recomponer nuestra imagen y nuestras chances político electorales luego de los efectos del conflicto con el campo y del durísimo enfrentamiento que sostenemos para que el poder político democrático deje de ser rehén de los grandes grupos mediáticos y sus negocios.
Por eso, cuando uno repasa lo sucedido con el DNU de afectación de reservas para el pago de deuda y la destitución de Redrado al frente del Banco Central, no puede quedarse en silencio frente a la facilidad con que nos damos la cabeza contra la pared.
Ahora hemos descubierto el escenario hostil que significan el mayor peso parlamentario de la oposición y el hostigamiento de sectores de la justicia frente al recorte de nuestro poder.
Es algo que debimos evaluar antes de elegir el camino con que íbamos a intentar poner en marcha la reapertura del Canje de deuda.
Porque nos equivocamos tanto que hasta le hemos dado la posibilidad a jueces que probablemente sean hostiles a nosotros de redactar un fallo cuya razonabilidad es difícil de cuestionar.
Que no existía necesidad y urgencia de dictar el DNU es tan notorio, que hasta la propia reacción de los funcionarios del gobierno, minimizando los efectos negativos del fallo y la existencia de alternativas para sostener la reapertura del Canje, lo terminan de comprobar.
Pero más allá de esa discusión jurídica, el DNU fue un desacierto político en el que aparecimos como unilaterales e irrazonables y dimos la oportunidad a quienes efectivamente conspiran en nuestra contra de presentarse como víctimas y asistidos por la razón.
A su vez, empujamos a nuestros potenciales aliados de centroizquierda a refugiarse en posturas abstractas respecto de la deuda para evitar plegarse al frente opositor.
Porque si es tan claro y ventajoso utilizar reservas para reabrir el canje y salir definitivamente del default en términos económicos y políticos y si de ese modo terminábamos de completar el ciclo histórico que permitió que el país saliera del infierno, nuestra necesidad y nuestra obligación era instalar ese debate en el Parlamento con un proyecto de ley, dándole amplias facultades a nuestros líderes parlamentarios para construir mayorías en torno a la iniciativa.
El error ya está cometido. Sería bueno que paremos de buscar atajos para superar la situación. Creo que apelar el fallo ante la Corte sería un nuevo desacierto.
El Parlamento debe asumir la responsabilidad de debatir el camino para salir del default. Debe hacerlo no a partir de un DNU, sino de un proyecto de ley de nuestra presidente.
Involucremos a la oposición, obliguémosla a hacerse cargo de la responsabilidad que significa la cuota de poder que detentan, desnudemos su ausencia de propuestas.
Y para el camino que resta, recuperemos la sencillez y la humildad, seamos menos pretensiosos y “fundacionales”, dejemos que las contradicciones de nuestros rivales vayan ganando peso, ahora que hay varios entre ellos que creen que tienen chances de sucedernos.
Tenemos en el haber que el país salió del infierno a partir de nuestro proyecto de Nación, tenemos un gran candidato, tenemos una situación económica que mejora y un piso más que interesante para comenzar a revertir el rechazo.
Está claro que no será fácil. Al menos, tengamos el tino de no seguir complicándolo.
Pero con nuestros errores nos hemos puesto en la riesgosa situación de quedar condenados a una irreparable situación de aislamiento y derrota.
Sabemos lo difícil que es intentar recomponer nuestra imagen y nuestras chances político electorales luego de los efectos del conflicto con el campo y del durísimo enfrentamiento que sostenemos para que el poder político democrático deje de ser rehén de los grandes grupos mediáticos y sus negocios.
Por eso, cuando uno repasa lo sucedido con el DNU de afectación de reservas para el pago de deuda y la destitución de Redrado al frente del Banco Central, no puede quedarse en silencio frente a la facilidad con que nos damos la cabeza contra la pared.
Ahora hemos descubierto el escenario hostil que significan el mayor peso parlamentario de la oposición y el hostigamiento de sectores de la justicia frente al recorte de nuestro poder.
Es algo que debimos evaluar antes de elegir el camino con que íbamos a intentar poner en marcha la reapertura del Canje de deuda.
Porque nos equivocamos tanto que hasta le hemos dado la posibilidad a jueces que probablemente sean hostiles a nosotros de redactar un fallo cuya razonabilidad es difícil de cuestionar.
Que no existía necesidad y urgencia de dictar el DNU es tan notorio, que hasta la propia reacción de los funcionarios del gobierno, minimizando los efectos negativos del fallo y la existencia de alternativas para sostener la reapertura del Canje, lo terminan de comprobar.
Pero más allá de esa discusión jurídica, el DNU fue un desacierto político en el que aparecimos como unilaterales e irrazonables y dimos la oportunidad a quienes efectivamente conspiran en nuestra contra de presentarse como víctimas y asistidos por la razón.
A su vez, empujamos a nuestros potenciales aliados de centroizquierda a refugiarse en posturas abstractas respecto de la deuda para evitar plegarse al frente opositor.
Porque si es tan claro y ventajoso utilizar reservas para reabrir el canje y salir definitivamente del default en términos económicos y políticos y si de ese modo terminábamos de completar el ciclo histórico que permitió que el país saliera del infierno, nuestra necesidad y nuestra obligación era instalar ese debate en el Parlamento con un proyecto de ley, dándole amplias facultades a nuestros líderes parlamentarios para construir mayorías en torno a la iniciativa.
El error ya está cometido. Sería bueno que paremos de buscar atajos para superar la situación. Creo que apelar el fallo ante la Corte sería un nuevo desacierto.
El Parlamento debe asumir la responsabilidad de debatir el camino para salir del default. Debe hacerlo no a partir de un DNU, sino de un proyecto de ley de nuestra presidente.
Involucremos a la oposición, obliguémosla a hacerse cargo de la responsabilidad que significa la cuota de poder que detentan, desnudemos su ausencia de propuestas.
Y para el camino que resta, recuperemos la sencillez y la humildad, seamos menos pretensiosos y “fundacionales”, dejemos que las contradicciones de nuestros rivales vayan ganando peso, ahora que hay varios entre ellos que creen que tienen chances de sucedernos.
Tenemos en el haber que el país salió del infierno a partir de nuestro proyecto de Nación, tenemos un gran candidato, tenemos una situación económica que mejora y un piso más que interesante para comenzar a revertir el rechazo.
Está claro que no será fácil. Al menos, tengamos el tino de no seguir complicándolo.
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