Reclamamos políticas activas del estado frente a las adicciones y también luchamos en ese sentido.
Pero, ¿cuál es el
rol que juega el estado respecto de ese problema?
En algunos casos,
de manera oficial, a través de su legislación, las criminaliza. Tal es el caso
de la adicción a las drogas, que se convierte en una cuestión de derecho penal,
independientemente del problema de salud pública que representa.
En consecuencia,
la persigue con el patrón de selectividad con que funciona el derecho penal.
Y de manera
clandestina, desde distintos estamentos del estado, hay integrantes del mismo
que participan del negocio del tráfico de drogas, de reconocido poder corruptor.
A su vez, desde
el sistema de salud, así como desde las políticas sociales, se definen diversos
programas y acciones tendientes a asistir a las víctimas de las adicciones.
Criminalización, persecución
selectiva, negocio clandestino y políticas sociales y de salud. Tales las
dispares actividades estatales respecto de las drogas prohibidas.
¿Qué sucede con
el alcohol? La adicción al alcohol no está tipificada en el código penal.
En cambio, si
existen algunas normas y actividades (horarios de expendio, controles de
alcoholemia, tipificación de infracción por conducir alcoholizado) que regulan
conductas vinculadas al negocio del alcohol. Allí podemos incluir algunas muy
tenues restricciones a las publicidades de bebidas alcohólicas, que con
campañas agresivas de difusión (ej., la cerveza) han ganado significativas
posiciones en los hábitos de consumo de la sociedad.
Impositivamente,
también las recauda. En algunos casos, se trata de utilizar al gravamen como
herramienta para restringir el consumo.
También en este
caso, el estado incorpora al alcoholismo entre los males a afrontar desde sus
políticas sanitarias y sociales.
Algo similar
ocurre con el cigarrillo. En este caso, el avance ha sido más claro y notorio.
El hábito de fumar ha ido perdiendo espacio en los lugares públicos, aun en
contra de las expectativas de quienes lucran con él. También se le aplican
gravámenes específicos.
También el
sistema de salud debe lidiar con las consecuencias múltiples de este hábito.
Para el final de
este menú incompleto dejamos el juego. El estado procura monopolizar su
explotación, en el caso de nuestro país ,de manera crecientemente extendida,
casi sin restricciones de horarios ni de modalidades (incluidas las famosas
maquinitas tragamonedas, que generan adicciones más que enfermizas y en realidad
no parecen funcionar con la lógica del azar pues no existen chances ni remotas
de que la banca pierda), extendiendo el perjuicio del juego a los sectores más humildes, en
especial a personas jubiladas y pensionadas que pierden en esa adicción gran
parte de sus ingresos.
Los recursos del
juego vuelven en obras, se suele decir, y así es en parte.
Además, se
ensayan módicas políticas preventivas y de asistencia, que ni siquiera le hacen
cosquillas al negocio ni atenúan de manera relevante el daño que el juego
produce.
Hay que ver,
entonces, a que cambios nos referimos cuando nos planteamos más estado frente a
las adicciones. Y seguramente hay que desarrollar la la masa crítica y las
políticas reivindicativas necesarias para llevar adelante esos cambios.
Tenemos algunos
desafíos claros:
-que las
adicciones a las drogas dejen de ser una cuestión criminal y se aborden de
manera seria desde las políticas sanitarias y sociales, para que el esfuerzo de
la justicia penal se concentre en perseguir el narcotráfico y no en victimizar
perejiles;
-que se
desarrollen políticas activas para quebrar la asociación comunicacional que se
hace entre el alcohol y el tabaquismo con la diversión y el placer;
-poner freno a la
ampliación del negocio del juego, restringir los horarios de funcionamiento de
sus establecimientos y fortalecer drásticamente las políticas de asistencia a
quienes padecen ludopatías.
La contradicción
que debemos quebrar vive en el propio estado. Pero quizá, para lograrlo, resulte
importante advertir en qué medida se ha metido en cada familia, vive en los
distintos ámbitos de nuestra sociedad.
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