Se parece a la quietud
este instante del movimiento
en que la botella cae
en la esquina de la avenida
tendida sobre la infinidad
de silencios de la basura.
Si el tiempo existiera
y se lo pudiera transitar
yendo hacia atrás
se desprendería
del cesto gris y quieto
un arco iris de ansiedades,
de viajes, de pasos,
de ilusiones y aburrimientos.
La obesa, el ansioso,
el fumador, la niña
el obrero, la enamorada,
la apurada, el tímido,
la resuelta, el vacilante,
el anciano, el niño.
En algún momento
pasaron y dejaron caer
el envase de un deseo
el recipiente de un capricho
de una ansiedad
De una distracción
de un vicio o de un sueño.
Se esfuma la identidad
de cada pieza en la basura.
y no hay como almacenar
la implosión de sus historias
el suspiro de mil viajes
entregados a la quimera
de los recuerdos.
Pero aun en lo efímero
vuelvo a la botella,
pienso en la mano
que no deja volar el corcho
vierte el líquido
rojizo como el atardecer
busca la otra mano
y deja que la tibieza
viaje de la piel a la mirada.
Pienso unos labios
que se humedecen
una voz que se dice
dos viajeros que se reconocen
se entrelazan se confiesan
se juramentan se prometen.
Reinvento la luz que cae
el día que se esfuma
la sinceridad indefensa
de las palabras que brotan
cuando se vacía la botella.
Sigo unos pasos que vacilan
una puerta que se abre
y la frágil turbulencia
de una ilusión que se sabe
más que dos soledades.
Por eso ahora
que la botella y su etiqueta
vestidas de lujo
son tan basura como el resto
de la basura del cesto,
le supongo a su viaje
dos almas que se tocaron
hasta embriagarse
dos vidas que se bebieron
como nunca
se habían
bebido antes.
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