jueves, 10 de junio de 2021

LA NARANJA Y EL SONÁMBULO

 


-Quiero una naranja -dice Juana parada frente a la canasta de frutas -¿Me ayudás a elegir una jugosa?

-Mirá que son de ombligo.

-No importa, le hago agujerito igual.

-¿Te elijo una?- pregunto mientras pauso en la TV  a Sandy Kominsky  cuando se para frente a un mingitorio.

-No, decime...

-Que esté sana y no se sienta muy dura.

-¿Ésta?

-Dale. Cuidado con el cuchillo, no te cortes...

-¡Ya sé!

Le hace el agujero, la pone en un tupper y se vuelve a su habitación luego de darme un abrazo furtivo por la espalda. Quito la pausa y Sandy al fin se alivia. El método. 

¿Alguna vez tuve un método? Debería escribir en este tiempo que dedico a sentarme solo en la cocina frente a la TV,  a mirar series en el viaje de la noche a la madrugada. Ya escribiré.  El tiempo se ha vuelto infinito ahora que me deshice de la ansiedad y el apuro. Aunque si cuento las películas, series y partidos que vi en estos días,  quizá ya habría terminado varias historias que aguardan inconclusas en la compu y el teléfono. Encima eso, el teléfono.  Se me ha hecho demasiado fácil escribir con un dedo. Me cuesta sentarme al teclado y escribir a diez dedos  y sin mirar las teclas. "Me da paja". Así lo diría mi hija. En el celu es otro el aliento para que fluyan las palabras. Escritos en las orillas, las pausas, los resquicios. Pero ahora no. Ahora miro una serie en la cocina. Un capitulo, dos, tres..   Así hasta las 2.58 de la madrugada.

Apago la TV. LLamo a la perra. Se despereza, baja, me mira.

-A hacer pis - le digo. Abro la puerta de la cocina y salimos al jardin del fondo. Me gusta mirar el pulmón de manzana, los resplandores de las torres de mi ciudad recortándose tras la serena oscuridad de los árboles.  Juancha olfatea, busca, reincide en  su ceremonia. Debí haber ido al baño antes de sacarla.. El gato negro cruza por el techo del taller, se oye el paso de un camión en la avenida y aquí, sobre el pasto, casi al unisono, Juancha y yo meamos. 


Al apagar todas las luces descubro que Felipe se quedó dormido en el sillón con el celular en la mano y los auriculares de la play mal colocados.

Años atrás, lo hubiera alzado y llevado en brazos con su cabeza sobre mi hombro hasta la cama. Pero ya no puedo cargarlo. 


-Vamos Felipe- le digo poniéndolo de pie. Vamos, a la cama.

-Si, responde con la mirada en otro lado.

-¡Estás dormido, despertate!- insisto. Me mira como a un extraño. Ya mide 1.80 y estamos cara a cara. Lo llevo hacia la escalera de la mano,  a paso lento, como si fuera un anciano. Un adolescente es muy extraño, un niño desmesurado.

¿Alguien puede estar orgulloso de tener dos vertebras lesionadas? Yo sí,  porque debo parte de mis hernias en la quinta y sexta a haber cargado a Felipe y Juana cuantas veces quise, incluso a la vez, une en cada brazo.

Suben sus piernas largas con pasos lunares y a mi cadera le cuesta seguirle el ritmo. La artrosis no es parte del orgullo. 'Ser humano y estar herido son la misma cosa", dijo hace un rato Sandy Kaminsky.. Pero no hay dolor que me quite la dicha de este momento del dia. 

Entramos a su pieza y se tira en la cama.

-¡No Feli! Sacate la ropa y acostate bien. 

Se pone de pie, se quita la ropa, la deja sobre una silla y se pone el pijama. 

-Yo te abro la cama- le digo mientras comienzo a retirar la colcha, la frazada y la sábana. 

-No, no, dejame.

Me hace a un lado y acomoda los dobleces de las mantas con minuciosa precisión. Luego toma dos de sus peluches y se acuesta, tan largo y tan niño.

-Sos un sonámbulo meticuloso- le digo y le acaricio la cabeza. 

Al día siguiente me preguntará  como llegó a su cama, sin recordar nada de lo sucedido. 


Sigo al cuarto de Juana. Asomo la cabeza por la puerta entreabierta y me invade el perfume a naranja. Juana está acostada mirando su telefonito y en un pequeño cesto asoma la cáscara de la fruta que comió. 

-Dormite, Juana. Mañana tenés clase temprano. 

-  Está  bien.

Deja el teléfono sobre la mesa de luz. Me acerco a saludarla y me acaricia la cara al acercarme. Sonríe sin cansancio y aún tiene olor a naranja en los dedos.

-¿Querés que me lleve las cáscaras?

-No. Me encanta que mi pieza huela así.

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