Mariano T. dijo...
Ya lo dijo Nestor. Es todo o nada, negociar es para los débiles.
Hubo mil posibilidades de acordar, también podrían haber tomado en cuenta
Ya lo dijo Nestor. Es todo o nada, negociar es para los débiles.
Hubo mil posibilidades de acordar, también podrían haber tomado en cuenta
las modificaciones que planteó felipe, o las de lozano,
podrían habr aceoptado en el senado la prolongación
de las compensaciones más allá de Octubre, etc, etc.
Pero no, es todo o nada.
Pero no, es todo o nada.
La verdad nunca vi una derrota política tan merecida.
La cita es uno de los mensajes que le enviaron a Artemio López a su blog rambletamble.
Tal vez el comentario comienza siendo injusto con Néstor. En más de una oportunidad nos demostró que sabe negociar, con el valor agregado de animarse a prolongar la tensión hasta donde la media general no se atrevería.
Incluso en este conflicto, con todos sus desaciertos, no le faltó claridad al ver lo que se venía y al plantarse desde lo que se tenía para resistir y acumular fuerzas. ¡Claro que había que ser duro! Pero eso no excluía negociar ni prohibía la sintonía fina.
Casi todo lo que sigue en el mensaje de Mariano T nos desnuda. No se admitió la posibilidad de acordar, se concedió a regañadientes y frente a lo irremediable –como las modificaciones sucesivas a la resolución- y eso es peor que ceder al negociar.
Se desaprovecharon oportunidades, se cometieron nuevos errores. Hoy agradecemos los nuevos apoyos que hemos cosechado en esta lucha. Si le hubiéramos dado un poco más de libertad a la negociación en diputados creo que hoy tendríamos aun más sectores de este lado y no estaríamos llorando el desempate no deseado.
Pero estamos aquí y todos se preguntan, nosotros mismos nos preguntamos, si seremos capaces de recuperarnos de esta DERROTA (con mayúsculas, porque en algunas declaraciones nuestros voceros dicen que no hubo una DERROTA).
Asumirla, elaborarla, comprender cómo sucedió, ver el panorama que nos deja, despojarnos del enojo y del rencor para sacar conclusiones y elegir caminos. Eso es lo que nos espera.
Claro que podemos quedarnos detenidos en el señalamiento de traidores, encerrarnos en el carocito de acero de los ultraleales. Pero me parece que no habíamos venido a eso. Que nuestra misión era transformar el país y que confiábamos en no repetir los errores del pasado (incluidos los de la etapa fundacional del peronismo, como alguna vez le oí señalar con acierto a Carlos Kunkel). ¿Acaso no lo sigue siendo?
Eso no quiere decir que no sepamos que hubo traiciones.
“Vengo de un partido cuyo día más importante es el de la Lealtad ”, dijo Julio de Vido.. Una frase dura, elocuente, implacable.
Cobos no viene de ese partido. Eso no quiere decir que no pueda reclamársele lealtad. Pero cuando construimos –o concertamos- pluralidades, no nos deberían asombrar las defecciones de los aliados si nos cuesta trabajo sostener la lealtad de los propios. Además de identificar traidores con nombre y apellido, hay que situar las traiciones en el contexto político en que se dieron, para comprenderlas y comprender lo que sigue. A Cobos lo elegimos nosotros como vice. ¿Qué vamos a hacer al respecto? ¿Autoflagelarnos? Seguro que no. Es cierto que tal vez se pudo haber elegido un mejor candidato a vice. Pero no había mucha más arcilla disponible para el armado. Más de una vez hemos señalado las limitaciones de nuestra capacidad de construcción de fuerza propia como para pretender que Kirchner hubiera planteado avances y rupturas más ambiciosas.
Es importante que no perdamos de vista el sentido de nuestra lucha. ¿Estamos para enojarnos o para cumplir con nuestros objetivos? Viene bien que repasemos para qué estamos metidos en esto. Vamos por más participación popular, más trabajo, crecimiento sostenible, mejor distribución de la riqueza. “Vamos por todo”, se nos llena la boca a veces cuando nos levantamos con el ánimo alto. Ahora que nos comimos un cachetazo, todo nos sabe a nada. Mejor concentrémonos en esos objetivos. ¿Alguno es desacertado? Creo que no. ¿Qué necesitamos para encaminarnos hacia ellos, luego de semejante Cancha Rayada?
Respirar hondo todas las veces que haga falta. No renunciar al enojo, pero ponerlo en su justo lugar, en algún rincón en el que no nos nuble las decisiones. Y revisar qué hicimos para llegar al desenlace del rechazo en el Senado. No hablo de las equivocaciones como anécdotas, aunque un par de anécdotas seguramente nos pinten de pies a cabeza. No se nos van a caer los pantalones porque nos pongamos cara a cara con nuestros errores.
¿Nos olvidamos o no nos dimos cuenta que cada vez que la protesta del campo empezaba a debilitarse nosotros la reavivábamos con algún desacierto?
¿Qué hemos hecho, antes y después de la 125, por los campesinos y agricultores que nos han bancado en esta pelea?
¿Pondremos en marcha alguna vez la subsecretaría de agricultura familiar?
¿Todavía no nos convencimos que nos equivocamos si 99 de cada 100 están seguros que truchamos los índices de inflación?
¿La lealtad da chapa para que a uno le banquen cualquier cosa?
¿No hay que ponerle los puntos a algunos ultraleales, si con cada paso que dan nos achican el margen de maniobra?
¿Qué hacemos con los no tan leales, o los que de alguna u otra manera son distintos a nosotros, si advertimos que pueden ser valiosos, que sumarlos o articular con ellos nos amplia la base y el consenso? ¿Continuamos tratándolos mal, seguimos revoleando Felipes por la ventana, los puteamos al oído o a los gritos, los agarramos a trompadas, los ninguneamos o asumimos seriamente que los tenemos que oír y que pueden aportar a nuestra lucha?
Si seguimos teniendo vocación frentista, voluntad de concertar, y seguimos creyendo que hace falta más democracia y más pluralidad, ¿tenemos que pensar como Pichetto, que la concertación no sirve para nada, o tenemos que trabajar por una construcción frentista más sólida y más firme?
¿Creemos que el mundo se va a rendir ante nosotros por el solo empecinamiento o advertimos que para dar pasos importantes debemos construir consensos amplios, capaces de predominar en el sentido común para no sucumbir a los mandobles de nuestros enemigos?
¿Cómo proyectaremos esos consensos sobre la opinión pública? ¿Insistiremos en aquellos comportamientos que reprueba la inmensa mayoría? ¿Lo único que tenemos para presentar ante los sectores medios es enojo? ¿Dónde ponemos la inflación: en los índices o debajo de la alfombra? ¿Qué pintamos en las paredes: Cobos Judas o Aguante Cristina?
Son algunas de las preguntas que tal vez convenga respondernos.
La crisis nos debilitó, pero también nos permitió reconocer mejor nuestras fuerzas y sumar voces que antes nos miraban con vacilación. ¿Nos interesa que eso crezca?
Que la bronca no nos quiebre ni nos nuble la actitud convocante. Vamos con generosidad, retomemos la iniciativa, pongamos la agenda de transformación sobre la mesa, hagámoslo con apertura a lo que otros puedan aportarnos. Permitámonos sonreír desde la alegría de saber que no es por los treinta denarios que estamos dando esta lucha.
Tal vez el comentario comienza siendo injusto con Néstor. En más de una oportunidad nos demostró que sabe negociar, con el valor agregado de animarse a prolongar la tensión hasta donde la media general no se atrevería.
Incluso en este conflicto, con todos sus desaciertos, no le faltó claridad al ver lo que se venía y al plantarse desde lo que se tenía para resistir y acumular fuerzas. ¡Claro que había que ser duro! Pero eso no excluía negociar ni prohibía la sintonía fina.
Casi todo lo que sigue en el mensaje de Mariano T nos desnuda. No se admitió la posibilidad de acordar, se concedió a regañadientes y frente a lo irremediable –como las modificaciones sucesivas a la resolución- y eso es peor que ceder al negociar.
Se desaprovecharon oportunidades, se cometieron nuevos errores. Hoy agradecemos los nuevos apoyos que hemos cosechado en esta lucha. Si le hubiéramos dado un poco más de libertad a la negociación en diputados creo que hoy tendríamos aun más sectores de este lado y no estaríamos llorando el desempate no deseado.
Pero estamos aquí y todos se preguntan, nosotros mismos nos preguntamos, si seremos capaces de recuperarnos de esta DERROTA (con mayúsculas, porque en algunas declaraciones nuestros voceros dicen que no hubo una DERROTA).
Asumirla, elaborarla, comprender cómo sucedió, ver el panorama que nos deja, despojarnos del enojo y del rencor para sacar conclusiones y elegir caminos. Eso es lo que nos espera.
Claro que podemos quedarnos detenidos en el señalamiento de traidores, encerrarnos en el carocito de acero de los ultraleales. Pero me parece que no habíamos venido a eso. Que nuestra misión era transformar el país y que confiábamos en no repetir los errores del pasado (incluidos los de la etapa fundacional del peronismo, como alguna vez le oí señalar con acierto a Carlos Kunkel). ¿Acaso no lo sigue siendo?
Eso no quiere decir que no sepamos que hubo traiciones.
“Vengo de un partido cuyo día más importante es el de la Lealtad ”, dijo Julio de Vido.. Una frase dura, elocuente, implacable.
Cobos no viene de ese partido. Eso no quiere decir que no pueda reclamársele lealtad. Pero cuando construimos –o concertamos- pluralidades, no nos deberían asombrar las defecciones de los aliados si nos cuesta trabajo sostener la lealtad de los propios. Además de identificar traidores con nombre y apellido, hay que situar las traiciones en el contexto político en que se dieron, para comprenderlas y comprender lo que sigue. A Cobos lo elegimos nosotros como vice. ¿Qué vamos a hacer al respecto? ¿Autoflagelarnos? Seguro que no. Es cierto que tal vez se pudo haber elegido un mejor candidato a vice. Pero no había mucha más arcilla disponible para el armado. Más de una vez hemos señalado las limitaciones de nuestra capacidad de construcción de fuerza propia como para pretender que Kirchner hubiera planteado avances y rupturas más ambiciosas.
Es importante que no perdamos de vista el sentido de nuestra lucha. ¿Estamos para enojarnos o para cumplir con nuestros objetivos? Viene bien que repasemos para qué estamos metidos en esto. Vamos por más participación popular, más trabajo, crecimiento sostenible, mejor distribución de la riqueza. “Vamos por todo”, se nos llena la boca a veces cuando nos levantamos con el ánimo alto. Ahora que nos comimos un cachetazo, todo nos sabe a nada. Mejor concentrémonos en esos objetivos. ¿Alguno es desacertado? Creo que no. ¿Qué necesitamos para encaminarnos hacia ellos, luego de semejante Cancha Rayada?
Respirar hondo todas las veces que haga falta. No renunciar al enojo, pero ponerlo en su justo lugar, en algún rincón en el que no nos nuble las decisiones. Y revisar qué hicimos para llegar al desenlace del rechazo en el Senado. No hablo de las equivocaciones como anécdotas, aunque un par de anécdotas seguramente nos pinten de pies a cabeza. No se nos van a caer los pantalones porque nos pongamos cara a cara con nuestros errores.
¿Nos olvidamos o no nos dimos cuenta que cada vez que la protesta del campo empezaba a debilitarse nosotros la reavivábamos con algún desacierto?
¿Qué hemos hecho, antes y después de la 125, por los campesinos y agricultores que nos han bancado en esta pelea?
¿Pondremos en marcha alguna vez la subsecretaría de agricultura familiar?
¿Todavía no nos convencimos que nos equivocamos si 99 de cada 100 están seguros que truchamos los índices de inflación?
¿La lealtad da chapa para que a uno le banquen cualquier cosa?
¿No hay que ponerle los puntos a algunos ultraleales, si con cada paso que dan nos achican el margen de maniobra?
¿Qué hacemos con los no tan leales, o los que de alguna u otra manera son distintos a nosotros, si advertimos que pueden ser valiosos, que sumarlos o articular con ellos nos amplia la base y el consenso? ¿Continuamos tratándolos mal, seguimos revoleando Felipes por la ventana, los puteamos al oído o a los gritos, los agarramos a trompadas, los ninguneamos o asumimos seriamente que los tenemos que oír y que pueden aportar a nuestra lucha?
Si seguimos teniendo vocación frentista, voluntad de concertar, y seguimos creyendo que hace falta más democracia y más pluralidad, ¿tenemos que pensar como Pichetto, que la concertación no sirve para nada, o tenemos que trabajar por una construcción frentista más sólida y más firme?
¿Creemos que el mundo se va a rendir ante nosotros por el solo empecinamiento o advertimos que para dar pasos importantes debemos construir consensos amplios, capaces de predominar en el sentido común para no sucumbir a los mandobles de nuestros enemigos?
¿Cómo proyectaremos esos consensos sobre la opinión pública? ¿Insistiremos en aquellos comportamientos que reprueba la inmensa mayoría? ¿Lo único que tenemos para presentar ante los sectores medios es enojo? ¿Dónde ponemos la inflación: en los índices o debajo de la alfombra? ¿Qué pintamos en las paredes: Cobos Judas o Aguante Cristina?
Son algunas de las preguntas que tal vez convenga respondernos.
La crisis nos debilitó, pero también nos permitió reconocer mejor nuestras fuerzas y sumar voces que antes nos miraban con vacilación. ¿Nos interesa que eso crezca?
Que la bronca no nos quiebre ni nos nuble la actitud convocante. Vamos con generosidad, retomemos la iniciativa, pongamos la agenda de transformación sobre la mesa, hagámoslo con apertura a lo que otros puedan aportarnos. Permitámonos sonreír desde la alegría de saber que no es por los treinta denarios que estamos dando esta lucha.
epa sr. fernández! epa sr. scioli! epa Sr. Rossi!
ResponderEliminarestá bueno leerlos hoy.
la autocrítica es buena consejera.
ya que usted, sr. fernández, se refiere a la Subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar (éste es su nombre completo), aporto otros datillos: desde que asumió nuestra Presidenta, tampoco se han designado al Subsecretario de Producción Agropecuaria y Forestal ni al Subsecretario de Agroindustria y Mercados; si en 7 meses no designaron a nadie en esos 3 puestos... no dejo de pensar que este sector de nuestra socioeconomía, no fue, hasta ahora, importante para el Gobierno. sólo está en funciones el Subsecretario de Pesca y Acuicultura, Sr. Nieto, cargo que ocupa desde la presidencia de Mr. Néstor.
mi inclinación va en sentido a la admisión del error, más allá de la derrota. qué ser humano está libre de errar? ninguno. ¿no está bueno cuando alguien nos dice, sencillamente, me equivoqué? ¿no genera en uno un sentimiento empático hacia el otro?
esta autocrítica y reconocimiento pueden ser caminos para que Cristina salga fortalecida. (y abra los ojos mientras conduce por la carretera. no sea cosa que vaya perdiendo más felipes por ahí.)
Querido Alfredo felicitaciones por el espacio de participación. Las autocriticas siempre son saludables y nos ayudan a crecer y a ser mejores personas, pero ¿hubo tales errores?
ResponderEliminarPara quienes estamos hartos de ver gobiernos que claudican ante la mínima presión, o ante el temor a la movilización de un sector de la sociedad claramente identificable, que no ha tenido ningún empacho en señalar que quiere un país agroexportador, nos entusiasma la firmeza y la entereza de nuestra presidenta.
Hay mucho por hacer y no podemos detenernos a lamer las heridas. Debemos continuar, con autocritica si, pero sin ceder un tranco de pollo ante las presiones de los sectores mas poderosos.
En cuanto a las alianzas, a mi entender entre Cobos y Picheto no encuentro diferencias aunque uno aparezca como mas leal en este trance.