Juana llegó el 26 de junio, con el puente Pueyrredón cortado en memoria de Maxi y Darío y con Gilberto Gil tocando en el festival de jazz de Montreal el día de su cumpleaños 66.
Aunque no parezca al sostenerla, Juana pesó. Fueron 2,845 repartidos en 47 centímetros.
Apenas la sacaron, Juana lloró. La oímos antes de verla cuando en el quirófano descorrieron el velo que la separaba de nuestros ojos. Nosotros que amábamos a Martita lo primero que miramos fue que no se le pareciera y no nos lo reprochamos.
Su apgar fue 9-10 y en tren de pensar mal tal vez ayudó el pequeño corte que le dejó entre la cola y la espalda el bisturí que abrió la panza de su madre.
Lo cierto es que el súbito cambio lo respiró con una pequeña agitación que hizo que por dos horas no la trajeran a la habitación y la monitorearan, aunque sólo de reojo, porque en esas horas habían nacido otros dos bebés con más problemas que la tenue agitación de Juana.
O choro de criança é tudo que se tem em casa, cantó Gilberto Gil. A Juana no le canto esa canción sino una mucha más tonta que reinvento cada vez que llora en mis brazos.
Ahora que la nena preocupada que amo es mamá y que por ella y sus tetas es que Juana ronronea, mientras oigo desde la pieza los ronquidos de Felipe y miro la TV sin mirarla, no me quiero ir a la cama sin antes escribir que este amor necesitaba y a la vez se ganó esta casa tibia de canciones que cantamos para consolar los choros de criança de Felipe y de Juana.
Aunque no parezca al sostenerla, Juana pesó. Fueron 2,845 repartidos en 47 centímetros.
Apenas la sacaron, Juana lloró. La oímos antes de verla cuando en el quirófano descorrieron el velo que la separaba de nuestros ojos. Nosotros que amábamos a Martita lo primero que miramos fue que no se le pareciera y no nos lo reprochamos.
Su apgar fue 9-10 y en tren de pensar mal tal vez ayudó el pequeño corte que le dejó entre la cola y la espalda el bisturí que abrió la panza de su madre.
Lo cierto es que el súbito cambio lo respiró con una pequeña agitación que hizo que por dos horas no la trajeran a la habitación y la monitorearan, aunque sólo de reojo, porque en esas horas habían nacido otros dos bebés con más problemas que la tenue agitación de Juana.
O choro de criança é tudo que se tem em casa, cantó Gilberto Gil. A Juana no le canto esa canción sino una mucha más tonta que reinvento cada vez que llora en mis brazos.
Ahora que la nena preocupada que amo es mamá y que por ella y sus tetas es que Juana ronronea, mientras oigo desde la pieza los ronquidos de Felipe y miro la TV sin mirarla, no me quiero ir a la cama sin antes escribir que este amor necesitaba y a la vez se ganó esta casa tibia de canciones que cantamos para consolar los choros de criança de Felipe y de Juana.
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