Monseñor
Aguer, desde su respetable voto de castidad, ha efectuado una dura crítica a la
creciente tendencia a “tener
ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio”, tal
la escueta y clara definición de fornicación que transcribe en su reciente
columna de opinión en el diario El Día..
En ese contexto, ha puesto su
mirada en la práctica del sexo en los juegos olímpicos, haciéndose eco del cálculo
matemático de cuántos preservativos de los repartidos por los organizadores
habrían tocado a cada atleta. Acuña entonces la expresión “a coger atléticamente”, empequeñeciendo la relevancia de las
referencias al sexo en el deporte que en su momento efectuara otro destacado
morador de La Plata, el Dr. Carlos Bilardo.
Critica la banalización y el
riesgo de que el ser humano degrade su condición dedicándose a un
comportamiento sexual “animaloide” en
el que primen los impulsos por encima del orden natural propio de la especie.
Define al eros como carnal y
espiritual, para concluir que las prácticas sexuales que ignoran la esencia
reproductiva de la genitalidad y la pareja heterosexual para toda la vida como
su ámbito de desenvolvimiento, destruyen esa espiritualidad.
Su contemplación crítica
también lo lleva a preocuparse por el petting en lugares públicos y critica de
manera drástica los matrimonios igualitarios, cuestionando que se les conceda
el derecho a recibir niños en adopción.
Cita a Platón para recordar
que asociaba sabiamente belleza y Eros y a Aristóteles para destacar su reivindicación de
la templanza en contraposición a la cultura del desenfreno.
Sin embargo, para aquellos
griegos la homosexualidad no parecía estar situada en el orden antinatural y me
resulta inevitable imaginarlos recorriendo la Villa Olímpica entre cientos de
atletas de todo el mundo. ¡Cuántos potenciales discípulos en los cuales poder
despertar la llama del conocimiento y la sabiduría!
“Entonces ocurrió […] tambaleándose mi antiguo aplomo; ese
aplomo que, en otra ocasión, me habría llevado a hacerle hablar fácilmente.
Pero después de que –habiendo dicho Critias que yo entendía de remedios- me
miró con ojos que no sé qué querían decir y se lanzaba ya a preguntarme, y
todos los que estaban en la palestra nos cerraban en círculo, entonces, noble
amigo, intuí lo que había dentro del manto y me sentí arder y estaba como fuera
de mí, y pensé que Cidias sabía mucho en cosas del amor, cuando, refiriéndose a
un joven hermoso, aconseja a otro que ‘si un cervatillo llega frente a un león,
ha de cuidad de no ser hecho pedazos’ Como si fuera yo mismo el que estuvo en
las garras de esa fiera…” Si así afectó a Sócrates el
encuentro con Cármides, ¿qué hubiera sucedido de haber tenido frente a sí a
Michael Phelps? ¿Quién lo hubiera conmovido más, el nadador estadounidense o la
Peque Pareto?´¿Hubiera corrido a consolar a las Leonas o se hubiera sumado a un
efusivo festejo con los discípulos del terrenal Chapa Retegui?
Para quienes saben
apasionarse por las discusiones filosóficas, el debate acerca de la existencia
y los alcances de un orden natural que guíe la convivencia humana es
apasionante. Aguer insiste en que el matrimonio heterosexual de por vida es
parte constitutiva de esa naturaleza y cabe preguntarse, si el orden natural es
tal como el sacerdote lo describe, por qué resulta tan difícil a las personas
ceñirse al mismo y parecen tan proclives a trastocarlo.
Cierto es que esa pregunta
tiene una dimensión si se la hacen Sócrates o Aguer y otra si es la preocupación
de una mujer joven que, para su desconsuelo, es sistemáticamente maltratada física
y moralmente por la persona que eligió pensando que podría ser su pareja de
toda la vida. O si pretendemos que se la hagan los adolescentes que están
movidos no sólo por el deseo y el sentido erótico de la vida, sino también por
la curiosidad de empezar a descubrir las relaciones carnales. ¿Es natural
obligarlos a pensarlas en la dimensión genital que reivindica Aguer?
Cabe reflexionar que existen
también otros comportamientos que pareciera menos discutible definir como “antinaturales”
y que, si se prefiere evitar esa conceptualización, de todos modos son
claramente reprochables porque parten del aprovechamiento que el más fuerte
ejerce respecto del más débil. Así, los innumerables casos de abusos de menores,
la trata de mujeres o las apropiaciones indebidas de los bebés de las
desaparecidas embarazadas.
Sin que nadie renuncie a sus
creencias, quizá sea necesario hacer el mayor esfuerzo posible para comprender
a aquellas personas que además de coger, “viven, laboran, pasan y sueñan”, como
bien decía Antonio Machado. Sin ánimo de frivolizar, no estaría mal que los
preservativos trajeran impresos en sus envases fragmentos de sus poemas.
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