Están quienes descreen de la unidad
como un laborioso acuerdo de diversos. Creen que hay que generar una identidad
política clara desde la cual enfrentar al gobierno y qué, cuando llegue la hora
de la definición y predomine en la sociedad el hartazgo sobre la esperanza,
será esa identidad política la que estará en condiciones de derrotar al
macrismo. La principal figura que expresa esa lógica y, hasta aquí, la
principal dirigente de la oposición en términos de conocimiento y posible
respaldo electoral, es Cristina Kirchner.
Otros, en cambio, creen que la unidad
es un desafío imprescindible y que el liderazgo de Cristina conduce a una nueva
derrota. Recuerdan la sucesión de traspiés electorales, señalan que la ex
presidenta tiene, en términos de posible intención de voto, el “piso muy cerca
del techo” y señalan no sólo que no ha mediado una autocrítica seria, sino
también que no existe ni vocación ni convicción por sanar heridas y tender
puentes en pos de la unidad.
También están los que apuestan. Tienen
una identidad y una historia peronista, con las contradicciones que eso puede
suponer, pero ante esta nueva realidad miran lo que sucede y no quieren volver
a equivocarse. Ven a Cristina como un problema, ven al peronismo en una
dispersión difícil de revertir, les gustaría tener otro nivel de diálogo y de
acuerdo con este gobierno pero cada vez advierten con más fuerza que tarde o
temprano los arrasará. No descartan nada, hacen gestos contradictorios y
esperan.
Tres párrafos. Tres pinceladas gruesas
que pueden incluir a muchos pero que seguramente dejan afuera algunos otros.
Tres breves descripciones que soslayan adrede la heterogeneidad que se alberga
en cada uno de ellos y los cambios que puede llegar a deparar la versatilidad
de algunos protagonistas.
En estos días, atacado por el gobierno,
Hugo Moyano afirma que Cristina debe estar. Surge un espacio de diálogo que
nuclea a referentes kirchneristas, randazzistas y del massismo, pero que a su
vez es cuestionado por distintas voces, algunas desde el anticristinismo, otros
desde la fidelidad a la ex presidenta.
Un grupo de intendentes estrenan su
nuevo rol de conductores del peronismo bonaerense e interlocutores ante el
gobierno y empiezan a encontrar dificultades. No será fácil llevar a todas y
todos a los lugares que propongan. Y en esa tarea, no parece asomarse un
liderazgo capaz de aglutinar expectativas crecientes para lo que viene. ¿Un
candidato a gobernador en abril? Los primeros nombres empiezan a ser expuestos
al riesgo de desgaste.
Si esto fuera un test o una encuesta y
los párrafos sirvieran para ubicarnos, estoy entre los del segundo
párrafo. Si se pregunta a quienes están en ese espacio cuál es el principal
problema que afrontan, probablemente dirían que es la falta de un liderazgo
capaz de expresar esa visión de la realidad y de aglutinar al conjunto con
perspectivas de derrotar al macrismo.
Sin embargo, quizá haya otro mayor,
común a los tres grupos. Sus protagonistas no parecen tener aún
conciencia suficiente de la gravedad de lo que sucede y aunque dialogan, tienen
más desconfianza que ganas de oírse. Entienden lo de la unidad, pero en sus
comportamientos está claro que cada uno atiende su juego y que atender el juego
propio tiene a la unidad como una posibilidad y no como eje. Y cuando cada cual
atiende su juego, quien más posibilidades tiene de regular, condicionar y
operar sobre esos distintos juegos es el gobierno.
Pero además, esos juegos no tienen
registro de lo que sucede en la sociedad. Si todos se reúnen con encuestadores,
hacen o miran focos, conversan con pensadores, ¿por qué sólo consiguen de eso
conclusiones de coyuntura, de aliento corto, de posicionamiento ocasional?
En los barrios, en los trabajos, en las
rutas, en las playas, en los valles, en los ríos, en los barcos, en los trenes,
en los aviones, se mueven miles de personas a las que no estamos consiguiendo
decirles algo que los involucre.
El capitalismo en esta etapa
neocolonial sigue avanzando en desterrar la concepción y los derechos
propios de la etapa del bienestar. Nuestros jóvenes casi ni imaginan la
posiblidad de un empleo estable y están obligados a vivir y sobrevivir en una
realidad económica y laboral frágil y cambiante. Viven esa vida, se piensan en
ella y cada vez están más lejos de muchas de las cuestiones por las que
luchamos, que parecen ajenas al mundo que viven. Como en Blade Runner, corremos
el riesgo de ser barridos fuera de la historia y puede que éste sea uno de
nuestros momentos más difíciles.
¿Qué entendió Moyano? Que los que vamos
por todo no somos nosotros. Que los que vienen por todo, son ellos. Se están
cargando la realidad que expresan los protagonistas de cada uno de esos tres
párrafos del inicio. Entonces, sin unidad, no hay salvación para ninguno ni
ninguna.
Paciencia, tesón, diálogo, trabajo y
lucha. Necesitará mucho de eso una construcción plural que no proscriba a
nadie. No es imposible.
“El vacío y la política no se toleran.
Es el Pueblo el que resolverá esto”, dice Raúl Zaffaroni. “Francisco nos
convoca a ser artesanos de la unidad”, dice Marcelo Riera, expresando el
entusiasmo de medio millar de representantes de organizaciones sociales que viajaron a Temuco al encuentro del Papa.
Artesanos de la unidad. Es eso: un arte
que depende de nuestras manos. La razón populista tiene que encontrar su mejor
voz para esta etapa de la historia.
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