A
veces utilizo arroba. Nunca x. Alguna vez resolví una discusión en torno a un
cartel utilizando el femenino como género englobante (aunque los sabios de la
Real Academia hasta el día de hoy afirman sin rubor que ese carácter
corresponde al género masculino).
Sé
que cambiar sustantivos, adjetivos y pronombres, modificar nuestra manera de
hablar como ya lo intentan algunas militantes de la cuestión de género, puede
resultar arduo para algunas personas, ridículo para otras.
No
hablo con la “e” y observo con atención el debate. Pero el otro día, mi hija se
apareció con el tema porque varias compañeras de 5º grado, alguna de las cuales
llevó su pañuelo verde al aula, plantearon entusiastas la cuestión.
En
inglés los sustantivos no tienen género. Teacher
vale tanto para Tabarez como para Mary Sánchez. En nuestro idioma, en cambio,
lo tienen y hasta la exageración. Nadie podría explicar razonablemente por qué pala es femenino y banco, masculino. Tampoco pretendo con esta afirmación descubrir
connotación machista en ello. Bien pueden enseñarnos las afroamericanas estadounidenses
que esa diferencia idiomática no las libró de ninguno de los tormentos
patriarcales.
Poner
esa transformación en marcha no es tarea sencilla. No sólo por el cambio cultural
y educativo que demanda. Un lenguaje es una estructura lógica y plantea más
cuestiones a resolver que las que quizá imaginamos. Por ejemplo, ¿se limitaría
la utilización de la e a las afirmaciones en las que es necesario englobar a
ambos géneros o se establecería siempre? ¿Podría una mujer seguir diciendo “Me
siento sola” o un hombre “yo soy tu amigo fiel”? Creo que sí, que aún quedaría
trabajo para la a y la o, pero quizá alguien piense diferente.
Es
un debate que recién empieza. Creo que es valioso, en la medida que no se crea
que ése es el eje de la cuestión de género. No está mal atreverse al idioma, en
la medida que nos ayude a comunicarnos mejor.
De
mi parte, quiero efectuar un pequeño aporte. Quizá alguien ya lo hizo antes,
tal vez no. Pero así quedaría el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional si
le incorporáramos esa perspectiva de género:
“Nos, les representantes
del pueblo de la Nación Argentina, reunides en Congreso General Constituyente
por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de
pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar
la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover
el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotres,
para nuestra posteridad, y para todas las personas del mundo que quieran
habitar en el suelo argentino, invocando la protección de Dios, fuente de toda
razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para
la Nación Argentina”.
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