Se dio a la
madrugada empecinado en extrañarla
Y la buscó
en lugares donde sabía que no estaba.
Anduvo
hasta la hora de las caras sin alma
Soñándola en
una acequia de agua de montaña.
Renació sin morir y sus piernas empecinadas
Encontraron
las veredas de una buena mañana
Y aunque
borró los rastros de la noche de angustia
se dejó de olvido en el cielo una luna desvelada.
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