Intento
elegir mirando hacia el cielo
un pequeño
planeta pasajero en su giro
de una
estrella en un millón de fuegos
multitud de
soles en la noche respiro.
Callado en
lo oscuro me vuelvo tan lento
Que veo como
se mueve al oeste mi casa
como una
manecilla de las horas al viento
La quietud
no existe cuando la vida pasa.
Y
aprendiendo el don de la lentitud extrema
Sonriente te
evoco en la tarde ya ida
Respiro
tan calmo que mis ojos en vigilia
Acuden
veloces al lugar en que se quema
El milagro de
tu entrepierna bien herida.
Se mece y me
marea la luz por su mirilla.
Así
iluminado desde que me hiciste reír
Ahora que
tengo un jardín que me tiene
Y desde cada
brizna me pide verlo morir
Como si yo
no supiera que él verá mi muerte.
Pero quizá
ignore que desperté en tu sueño
Abrazado a
ti en medio del marrón del río
Y tu boca me
cobijó con un beso pequeño
Para luego enseñarme a no morir de frío.
Ahora que la
furia de una luz herida
Alumbra la
fragilidad de nuestro abrazo
Hasta con
los dedos puedo mirarte
Porque no
hay otro viaje que el de ida
No habrá río
que ignore estos pasos
que hallan
su rumbo sólo con nombrarte.
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