miércoles, 4 de diciembre de 2024

TRES EXILIOS



San Martín, Rosas y Perón. 
Revisamos su historia, releemos sus cartas, procuramos comprender y valorar el verdadero sentido de sus exilios y renunciamientos. Sin embargo, más de una vez nos toca escuchar, incluso en voces compañeras, como reproche o crítica, que no tuvieron el coraje de quedarse y seguir. Lo triste es que se trata de una prédica instalada por sus perseguidores. Quien afirma eso dice, a su manera y respecto a los tres pilares de nuestra identidad histórica, lo que Lanusse dijo de Perón: que no les dio el cuero.
En apenas 12 años, San Martín construyó un ejército desde la gobernación de Mendoza y, padeciendo la desconfianza y el hostigamiento porteños, lo puso en marcha para atravesar los Andes y liberar medio continente.
Juan Manuel de Rosas enfrentó y derrotó el bloqueo de las dos principales potencias navales de su tiempo.
Juan Domingo Perón consagró el protagonismo de la clase trabajadora y alumbró el movimiento de masas más relevante de nuestra historia.
¿Desde qué lugar podríamos atrevernos a reprocharles sus exilios, haciendo propio uno de los argumentos de quienes quisieron desterrarlos de nuestra historia?
 
Los unitarios no tuvieron más remedio que incorporar la lucha emancipadora de San Martín al relato oficial de la historia. Pero para ellos el Libertador siempre fue un problema y  quisieron librarse de él en más de una ocasión. Lo llamaban “cholo”, “tape” o “indio”. No existe certeza que Rosa Guarú, la niñera que lo crió, haya sido su madre, pero él se burlaba de las pretensiones de linaje y se sentía hermano de los pueblos hijos de esta tierra. Conocemos desde la infancia la gesta que protagonizó. Pero quizá valga la pena poner énfasis en algo que no solía estar presente en nuestros libros escolares: el hostigamiento a que fue sometido por la elite unitaria, expresada principalmente en las figuras de Carlos María Alvear y Bernardino Rivadavia.
 
Si los actos de las personas no son suficientes para definir su identidad, sus enemigos suelen servir para despejar lecturas erróneas. En Europa, José de San Martín peleó contra los franceses y a favor de la Junta de Sevilla, que planteaba una revolución democrática en España. Cuando vino a América fue coherente con esa lucha y enfrentó la restauración absolutista.
El San Martín que nos relata Mitre es un militar talentoso y recto que libera naciones vecinas sin visión continental, carece de capacidad política y no tiene otra relación con los pueblos originarios que utilizarlos circunstancialmente con picardía. Un siglo después, con el mero hallazgo del Plan Maitland, Rodolfo Terragno pretendió convencernos de que fue un agente inglés. Pero su enfrentamiento con Alvear y con Rivadavia desmiente a ambos y expresa el antagonismo de dos proyectos: uno es unitario y dictatorial, con un aperturismo económico pensado desde el puerto y que rápidamente devendría probritánico. El otro pensó en crecer hacia adentro y unir a Sudamérica.
 
Escribía San Martín a Rosas en 1838: 
“Separado voluntariamente de todo mando público el año 1823 y retirado en mi chacra de Mendoza, siguiendo por inclinación una vida retirada, creía que este sistema y más que todo, mi vida pública en el espacio de diez años, me pondrían a cubierto con mis compatriotas de toda idea de ambición a ninguna especie de mando; me equivoqué en mi cálculo –a dos meses de mi llegada a Mendoza, el gobierno que, en aquella época, mandaba en Buenos Aires, no sólo me formó un bloqueo de espías, entre ellos uno de  mis sirvientes, sino que me hizo una guerra poco noble en los papeles públicos de su devoción, tratando al mismo tiempo de hacerme sospechoso a los demás gobiernos de las provincias; por otra parte, los de la oposición, hombres a quienes en general no conocía ni aun de vista, hacían circular la absurda idea que mi regreso del Perú no tenía otro objeto que el de derribar a la administración  de Buenos Aires, y para corroborar esta idea mostraban (con una imprudencia poco común) cartas que ellos suponían les escribía. Lo que dejo expuesto me hizo conocer que mi posición era falsa y que, por desgracia mía, yo había figurado demasiado en la guerra de la independencia, para esperar gozar en  mi patria, por entonces, la tranquilidad que tanto apetecía. En estas circunstancia, resolví venir a Europa, esperando que mi  país ofreciese garantía de orden para regresar a él; la época la creí oportuna en el año 29: a mi llegada a Buenos Aires me encontré con la guerra civil; preferí un  nuevo ostracismo a tomar ninguna parte de sus disensiones, pero siempre con la esperanza de morir en su seno.
Desde aquella época, seis años de males no interrumpidos han deteriorado mi constitución, pero no mi moral ni los deseos de ser útil a nuestra patria; me explicaré:
He visto por los papeles públicos de ésta, el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país; ignoro los resultados de esta medida; si son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano; pero en mis circunstancias y la de que no se fuese a creer que me supongo un hombre necesario, hace, por un exceso de delicadeza que usted sabrá valorar, me pondré en marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que se me destine. Concluida la guerra, me retiraré a un rincón  -esto es si mi país me ofrece seguridad y orden; de lo contrario, regresaré a Europa con el sentimiento de no poder dejar mis huesos en la patria que me vio nacer.
He aquí, general, el objeto de esta carta. En cualquier de los dos casos -es decir, que mis servicios sean o no aceptados-, yo tendré siempre una completa satisfacción en que usted me crea sinceramente su apasionado servidor y compatriota, que besa su mano, José de San Martín".
 
Con su salud maltrecha, le ofrecía a Juan Manuel de Rosas ponerse a sus órdenes para luchar contra el bloqueo. San Martín sufría la distancia y su alma vivió siempre pendiente de lo que sucedía en nuestra tierra. No sabía Rosas al leer esa carta que a él  le tocaría vivir una situación similar catorce años después.
Derrotado en Caseros, Rosas tomó el camino del exilio. No pasó demasiado tiempo para que Urquiza le expresara su arrepentimiento y Alberdi reconociera que “Rosas y la República Argentina son dos entidades que se suponen mutuamente”. Pero lo cierto es que los vencedores de Caseros lo habían declarado por ley “traidor a la patria” y la Constitución que nos rige contiene aún disposiciones expresamente dedicadas a él. Por eso, antes de apresurarse a juzgar su exilio, conviene conocer la dignidad con que lo vivió:
 “Mi economía en los doce años corridos ha continuado siempre tan severa como parece imposible al que no ha estado cerca de mí. No fumo, no tomo rapé, ni vino ni licor alguno, no asisto a comidas, no hago visitas ni las recibo, no paseo ni asisto al teatro ni a diversiones de clase alguna. Mi ropa es la de un hombre común. Mis manos y mi cara están bien quemadas y bien acreditan cuál y cómo es mi trabajo diario incesante, para en algo ayudarme. Mi comida es un pedazo de carne asada y mi mate. Nada más”.
 
¿Huyó Juan Domingo Perón en 1955? Eso manifestó el general Pedro Eugenio Aramburu en un reportaje que le hicieron en 1956: que Perón se comportó como un cobarde. Otra vez vemos como quienes se pretenden revolucionarios repiten argumentos acuñados por el discurso unitario y dictatorial. La respuesta de Perón no se hizo esperar, desde una misiva escrita en Panamá el 5 de marzo de 1956:
“He leído en un reportaje, que Ud. se ha permitido decir que soy un cobarde, porque ordené la suspensión de la lucha en la que tenía todas las probabilidades de vencer. Usted no podrá comprender jamás cuánto carácter y cuánto valor hay que tener para producir gestos semejantes.
Para usted, hacer matar a los demás, en defensa de la propia persona y de las propias ambiciones, es una acción distinguida de valor.
Para mí, el valor no consiste, ni consistirá nunca, en hacer matar a los otros. Esa idea sólo puede pertenecer a los egoístas y a los ignorantes como usted. Tampoco el valor está en hacer asesinar obreros inocentes o indefensos, como lo han hecho ustedes en Buenos Aires, Rosario, Avellaneda, Berisso, etc. Esa clase de valor pertenece a los asesinos y a los bandidos cuando cuentan con la impunidad. No es valor atropellar a los hombres humildes argentinos, vejando mujeres y humillando ancianos, escudados en una banda de asaltantes y sicarios asalariados, detrás de lacual ustedes esconden su propio miedo…”
 
No sorprende que Aramburu no comprendiera el sentido que Perón daba al valor y al renunciamiento. Es preocupante que no lo comprendan quienes pretenden ser continuadores de las luchas de nuestro pueblo. Flaco favor le hacemos a quienes las expresan y lideran en el presente si no entendemos el legado de San Martín, Rosas y Perón. Seamos capaces de imbuirnos no sólo del coraje, sino de la inteligencia y el profundo humanismo que guió sus decisiones más trascendentes, porque sólo así podremos afrontar los desafíos de este presente tan duro.

domingo, 16 de junio de 2024

SQUALL


Poco después de las cuatro de aquella tarde de enero de 2008, una borrasca agitó las aguas de Mogotes.

No hubieron nubes ni fuertes vientos, mucho menos lluvia.

El agua comenzó a removerse distinto, como si algo hubiera sucedido en cualquier otra parte, un temblor en las entrañas del mundo, la pirueta invisible de una gigantesca ballena blanca.

En el sobresalto, sin entender del todo qué sucedía, trepándonos a la cresta de las olas embravecidas, fuimos saliendo hacia la orilla, huyendo de la amenaza del último instante de nuestras vidas.

Sin embargo, Marian y Hagen no pudieron. Allí estaban las tres, porque también se mecia la Yansi, en su propio océano, dentro de la panza de Marian.

No tenían bolsillos para poemas de Keats ni  tragedias de Sófocles,  pero puede que, después de tantas pérdidas,  Marian se haya dicho "no, ahora no", para mantenerse a flote, no dejar que la rosca gobernara su respiración y darse aliento con Hagen mientras esperaban que el mundo se serenara o alguien pudiera ayudarlas.

Luego, en cinco minutos, casi el tiempo que a dos bañeros les tomó rescatarlas, todo volvió a estar como antes, como si no hubiese sido más que un hipo, un sobresalto en  el viaje del planeta por el universo.

A los bañeros les regalamos medialunas y churros. La Yansi siguió meciéndose en su mar y ese verano, Marian y Hagen no volvieron a internarse más allá de la primera rompiente.

Pasaron los días y un 26 de junio la Yansi nació. Desde entonces, no hubo en su vida un sólo verano sin mar.

"¿Quê lees?", me pregunta.

"Un poema, squall".

"¿Squall? ¿Qué significa?".

Le muestro la pantalla del celu y lee:

"Borrasca, tormenta de mar".

domingo, 2 de junio de 2024

EL PRÓXIMO POEMA



El próximo poema que escriba

tendrá una mujer sentada en una silla

en la vereda de una plaza casi vacía

detrás de sus caballetes, su tabla y sus prendas,

con  una pareja de pibes que se ratearon
 

besándose a sus espaldas al costado de la canchita del Obrero

tres minutos antes que me vendiera

los jeans azules que ahora llevo puestos 

sentado en la cocina frente a la tele apagada

en la mañana de domingo lluviosa y fría

mientras  escribo estas líneas  y deja de ser

el próximo poema que escriba.

martes, 9 de enero de 2024

UN NIÑO EN EL GTA



 Enfundada en un traje elegante, la mujer baja de su auto y el niño hace que Franklin acelere con el suyo para atropellarla. El cuerpo de la mujer queda tirado sobre el asfalto con una pequeña huella de sangre. Franklin conduce en reversa y vuelve a pisarla. La sangre ya es un charco. Se aleja del lugar y luego de unos pocos metros intercepta otro vehículo, también conducido por una mujer. El hombre, enfundado en un ambo gris, baja del auto y ataca a la mujer arrancándola de su habitáculo. La víctima queda tirada en el asfalto y el niño decide que el hombre le robe el auto y se marche a toda velocidad.

Estoy parado detrás de un niño de  seis años que, sentado en el sillón grande de la sala,  maneja el  joystick con gesto impersonal. Su padre lo mira desde el otro sillón y todos seguimos el derrotero de Franklin, un pandillero treintañero  que se gana la vida como embargador de coches y también suele dedicarse a realizar algunos atracos  junto con Michael y Trevor, también protagonistas de esta edición de GTA.
En la pantalla, Franklin sigue adelante con sus andanzas y en un suspiro el niño logra que suba a una terraza desde la cual controla con ojos de vigia.
Algo se mueve allá abajo, en una ruta desierta.
-Una liebre- dice el niño- La mato.
-¡La liebre no!- digo, luego de haberlo visto en silencio deshacerse de varias personas.
Franklin dispara y la presunta liebre cae fulminada.
Franklin sigue su marcha. Se apropia de otro auto luego de golpear a otra mujer, choca en una bocacalle, vuelve a correr y el paisaje cambia. En unos instantes lo tenemos en lo alto de una barranca verde que me recuerda a las de Mar del Plata, aunque esta edición del juego transcurre en una ciudad imaginaria de la Costa Oeste de Estados Unidos.
El niño no parece encontrar aquí personas o animales a quienes dispararles. Franklin sigue trepando hasta llegar a una especie de cumbre que tal vez sea el lugar más alto de ese paisaje en HD.
-Bajá con cuidado, no te apurés- dice el padre.
Franklin desciende un par de metros y se queda mirando hacia el vacío.
-Mejor me mato- dice el niño.
Franklin salta hacia adelante y se estrella sobre el asfalto de la ruta que recorre la base de la barranca.
"MUERTO", dice un cartel rojo y la silueta de Franklin sobre la ruta se pierde en  la pantalla que se difumina en gris.
El niño se cansó de jugar. Se queda sentado en el sillón con el joystick entre las manos, mirando a ninguna parte. De pie a su alrededor, no atinamos a movernos, como si fueramos personajes del juego congelados en ese final.

lunes, 1 de enero de 2024

LEONA

-¿Otro tatuaje?

- Sí. Una leona...

-¿Un león?

-No, una leona.

-¿Y el que se hizo antes, qué era?

- No sé cómo explicarte...Es más abstracto.

-Una mierda, querés decir...

-No, es lindo.

-Y bue.... Entonces no te hagas drama por el león.

-No, es demasiado, es muy chica. La leona es más grande y no está bueno que tatuarse se le haga un hábito.

-¿Una cabeza de León con la melena?

-¡Una leona! ¿No entendes la diferencia?

-Vos tenés la culpa.

-¿Qué culpa?

-Le dejas hacer lo que quiera. ¡Vos le pagaste el tatuaje anterior!

-Sí es por pagar, vos nunca vas a tener la culpa...

-Vos no sabés decir que no.

-Ya le dije que no.

-Y para qué me jodés.. 

- No te jodo. Es tu hija también y no es una cuestión de culpa.

-¿No?

-No, tiene 16 años y son cosas de su edad que no sabemos cómo manejar.

-Bueno  pensemos.

-Qué querés pensar.

-¿Por qué se quiere tatuar?

-Para verse distinta, para definir su identidad, porque se tatúan casi todas.. 

- Hace 20 años,  si te tatuabas, era heavy,,  no conseguías laburo por tumbero, pero ahora...

- Ahora lo distinto es no tatuarse...

-¡Claro! ¡Hay que decírselo! ¡Mandale un whatsapp!!!

-Me jodés...

-¿Por qué?

-¿Vos pensás que va a cambiar de idea por un mensajito?

-Bueno, decile...

-Sí, hablo siempre con ella...

-A mi no me da bola.

- Vos no le das bola ni le dedicas tiempo.

-No empecemos...

-Sí, mejor no. Ya le voy a hablar. Y está vez voy a sostener el NO.

-¡No es No!

- ¡Qué gracioso! Igual va a ser NO porque el tatuaje que se quiere hacer vale  50 lucas y no se los pienso dar.

-¡Hubieras empezado por ahí! 


....... 


-¡Hola mami!

- Hola. ¡ Qué contenta que estás!

- SI. Contenta y sorprendida.

-¿Por qué?

-Por papi. ¿Vos hablaste algo con él?

-No...¿qué pasó?

-Mirá -dijo mostrándole el antebrazo- ¡Mi leona! ¿No es lindo? Papá me acompañó y me lo pagó.  Dijo que quería ver como era el lugar donde me lo hacían. 

-¿En serio?

-¡Sí! Y él también se hizo uno. ¡Gracias ma!

Se le colgó del cuello antes que pudiera decir algo de su enojo y la vio tan feliz que sólo sonrió.  

Media hora después le llegó el mensaje del padre pidiéndole pagar el tatuaje a medias. "Si querés lo descuento de los alimentos".

"¿También querés que ponga plata para el tuyo?", respondió ella y apagó el teléfono. 

-¿Pasa algo, mami?

-No, linda, no pasa nada. Está genial tu leona.  ¿Te duele?

-Muy poco.

-Bueno, descansá un poco. ¿Querés que te prepare algo para comer?

HOSPITAL PÚBLICO 30/12

El muchacho se acostó en el tandem de sillas de la sala de espera buscando una posición en la que el dolor fuera menos intenso.

Un rato antes, una enfermera le tomó la temperatura y la presión. Veinte minutos después lo vio una doctora que le preguntó que síntomas tenía y le ordenó un análisis de sangre.

-Tenemos que descartar una apendicitis- dijo a la madre del muchacho justo antes que la mujer intentara acribillarla a preguntas.

Una decena de pacientes y sus familiares aguardaban en la sala de espera de la guardia del hospital público de Mar de Ajó.

La extraccionista se hizo esperar más que la médica.

-Les pido paciencia- dijo la enfermera -Hoy tenemos una sola extraccionista y tiene que atender los casos de la guardia y los de cirujía.

"Tenemos para rato. Aún falta que le hagan el laboratorio. Me quedan 10 de batería", escribió la madre en su celular.

-No tenemos más remedio que esperar- dijo una mujer de labios delgados con más fastidio que resignación.

-No sé si alguna de las clinicas tiene laboratorio en la guardia...

-No. Ni la Porres ni la de San Bernardo. 

-¡No tenemos escapatoria!

Las mujeres se quedaron en silencio. El muchacho intentó distraerse con su teléfono, pero el dolor seguía siendo intenso. Él y otros dos pacientes aguardaban a la extraccionista. 

La madre del muchacho comenzó a recorrer una a una las caras de las personas presentes. Intentaba deducir quienes eran de la Costa y quienes turistas.

"Turistas 70 a 30", pensó. Una niña llevaba puesto un barbijo. Recordó los tiempos de pandemia, bocas y narices cubiertas, miradas esquivas. 

-Hacé un poco de frio acá- dijo su hijo. 

-Apoyate en mi regazo- le dijo, y trató de consolarlo acariciándole el pelo. Tenia 16 años y ya media más de 1,90, pero seguía siendo de niño la luna de su rostro. 

Cuando la extraccionista llegó, fue el primero en pasar. 

-¿Viste que no dolió?- dijo luego de tomarle la muestra en un suspiro. -Ahora vas a tener que esperar un rato más. 

Volvió al tandem y se sentó.

La médica ya se habia ido y según les sopló una enfermera, el director del hospital se había hecho cargo de la guardia. 

-¿Cuánto hace que estamos acá? Esto es increible, este pais no tiene arregló.Estamos condenados, no tenemos suerte. Acá en la Costa gobiernan los K.

"Otra vez quejándose esta vieja", pensó la madre intentando no responderle. "Aunque parece más joven que yo".

-Hace décadas que gobiernan los kirchneristas acá. Son una lacra- insistió la mujer buscando que alguien se hiciera eco de sus comentarios.

-Me parece que no tiene nada que ver lo que decís. Nos están atendiendo con amabilidad, la mayoría somos turistas y tratan de hacer lo mejor posible.

-Ah, sos kirchnerista.

-No es esa la cuestión. Estamos acá en el hospital y vos misma me dijiste que las clinicas privadas no tienen laboratorio en la guardia. Además, este hospital, el nuevo de la ruta y la mayoria de los hospitales los hicieron los peronistas, o kircneristas, como decis vos.

-¡Bueno! ¡Entonces seguí esperando y tomá de tu propia medicina!

-¡Anda a cagar!

Se quedaron en silencio, una sentada junto a la otra, sin mirarse.

Un rato después, una enfermera se acercó a la madre para avisarle que ya estaba el resultado del análisis y en cinco minutos el director del hospital atenderia a su hijo.

El muchacho se levantó del tandem y se sentó junto a su madre.

-¿Duele igual?

-Me parece que ahora un poco menos.

-Ya casi estamos.

Cuando entraron al consultorio, el médico lo hizo acostar en la camilla y revisó su abdomen.

-¡Qué alto su hijo, señora! No entra en la camilla!

 Percutó varias veces alrededor del ombligo. Luego hizo presión en el costado inferior derecho buscando un dolor agudo. 

-No creo que sea apendicitis. Pero los glóbulos blancos están un poco altos, todavía no podemos descartarlo.

Que sólo tome líquido, no puede comer nada. Creo que va a poder descansar bien, pero si el dolor se pone muy intenso se vienen. Creo que es una gastroenteritis fuerte.Vuelvan mañana a las nueve así  confirmamos el diagnóstico y si está todo bien le doy una dieta y en un par de días estará bien.

Salieron del consultorio y la madre agradeció a una de las enfermeras por la atención. Al llegar a la puerta, se cruzaron con un hombre flaco y alto como el muchacho que ingresó con un niño de la mano.

-Mami, ¿ese tipo no es de la tele?

-Si, un periodista "K". Si lo llega a reconocer se muere la vieja...

domingo, 26 de noviembre de 2023

GERMÁN Y CHANA

 


En esa foto eran tres. Germán, Chana y el pequeño Juampi. Germán lleva la pipa en la boca, una cámara fotográfica colgada del cuello, el mar con el bastidor de un muelle interminable a sus espaldas y la mirada atenta a la cuarta pared. Cobijados en sus abrigos, parecen los únicos habitantes de ese instante de mar. Ella de un brazo de Germán, la mirada en la arena, la sonrisa de alguna conversación cómplice. Algo comparten la mano de Germán y la del niño. Tal vez allí aún no sabían que serían cuatro. Mucho menos, que seis meses después de la llegada de Lucas, el 5 de agosto de 1971, viajarían rumbo a Mar del Plata en tren. Datos, recuerdos y suposiciones. Testimonios,  memoria e imaginación. ¿Cómo no intentar compartir ese viaje? 



Bajaron del taxi, subieron por las escaleras laterales y entraron al hall central de Constitución. Los ojos del bebé esquivaron el trajín de personas apuradas y volaron hacia los arcos, los ventanales y las claraboyas del techo de la estación. Chana empujaba el cochecito, Germán arrastraba la valija y el bolso grande. Juampi correteaba entusiasmado.

Exhibieron sus pasajes al guarda y avanzaron por el andén 14. ¿A qué tren subirían? Ocho formaciones brindaban ese servicio y sus nombres eran familiares para los usuarios: Estella Maris, Golondrina, Atlántico, Luciérnaga, Lobo de Mar, Neptuno, Costa Sur... Ninguno de ellos. Caminaban junto al último de los 12 vagones de acero inoxidable del Marplatense, que lujoso y confortable los esperaba en su quietud imponente. 

El gobierno de Perón había comprado esos vagones a la Chesapeake & Ohio Railway, una empresa que no llegó a usarlos en un frustrado servicio entre Washington y Cincinatti. Fueron dos furgones mixtos, dos coches cantina y ocho de pasajeros simples. Estos últimos, dotados de gran confort, contaban con apenas 36 asientos cada uno más ocho sillones de tipo lounge. En pocos años, el peronismo convirtió a Mar del Plata en emblema del acceso de los trabajadores al turismo y lo reafirmó desde 1951 con la puesta en marcha, de un servicio rápido y confortable. Para algunos, el único tren de lujo de nuestra historia ferroviaria. Perón aprovechó la oportunidad y pagó a buen precio esos coches que no habían sido utilizados. Tenían aire acondicionado, puertas neumáticas, iluminación fluorescente, pisos alfombrados, baños con agua fría y caliente y un sistema de audio con parlantes y luces individuales en cada asiento.

 El guarda tocó dos veces el silbato, la locomotora quebró la quietud y se oyó el quejido de fuelles y vagones. Un vendedor de alfajores saltó al andén, una muchacha arrojó un beso a la ventanilla de un soldado. Chana se quedó en los ojos de Juampi encendidos por el inicio del viaje. Germán vio esfumarse por la ventanilla la silueta de una mujer que hablaba sola sentada en el último banco del andén. El tren fue sumergiéndose en la nube gris del sur industrial. Playones de carga, moles brumosas, charcos en calles rotas de empedrado. “La fábrica parece un duende de hormigón”. Juampi protestó por el olor nauseabundo. Estaban a punto de cruzar el Riachuelo.


La onda expansiva de la gran ciudad desdibujaba el gesto inicial de las localidades hilvanadas por el ferrocarril y Germán se esmeraba en arrancar, desde la ventanilla del tren, instantáneas de pueblo a la gran ciudad: macetas y ropa tendida en una terraza, dos mujeres con el carrito de las compras conversando en una esquina, pibes pateando en una canchita o algún almacén de esquina con paredes de adobe y puerta en la ochava. Pero el tendido ferroviario, sus estaciones y la trama urbana inicial de aquellas localidades ya no alcanzaban para explicar ese mar difuso de casas, edificios, calles, cunetas, zanjas, cableados, chimeneas, pasillos, prefabricadas, plazas, basurales y ranchitos  que crecía por todas partes al influjo de una multitud de personas que habían elegido ese cauce para inventarse su lugar en el mundo. Así hasta las últimas esquirlas de los barrios más distantes que precedieron la llegada del tren al paisaje rural.

Brandsen quedó atrás. Chana y Lucas dormían. También Juampi. Germán Abrió la alforja y sacó el guión de su nueva obra. Revisó algunas dudas que había anotado en los márgenes respecto a la puesta y luego se perdió en la ventanilla. Miró el campo y pensó en el día de sol. 

“Pampa sin fin, viajero plateado de luz en el inmenso azul, sobre los huesos ya esfumados de los indios que alguna vez fueron, corriendo hacia el sur, siempre hacia el sur. Chana dormida con sus mejillas flotando en un recorte de luz. Siempre ella. Imposible entender mi viaje sin ella, imposible saber quién soy. El amor enfrentando al dogma. La voz insistente que me llevaba del brazo a mirar teatro hasta sacarme de la cerrazón. Me negaba al lenguaje del teatro y ahora me lo paso descubriendo lugares y personajes capaces de cobrar vida en un escenario. A Chana siempre. ¿Cómo no dedicarle cuanto escribo si repartimos juntos la primera edición de Cabecita Negra librería por librería? Ella me abrió la puerta de aquel café interminable con Augusto Fernandes después de Soledad para cuatro. Fueron gracias a ella esas noches interminables con Halac, Cossa y Jáuregui y gracias a ella también todo el teatro que escribí. Animarme a más también. ¿Por qué tenemos que mirarnos de reojo con los vanguardistas del Di Tella? ¿Acaso no podemos enriquecer nuestro realismo con el lenguaje de vanguardia que proponen? Acercar, hacer la síntesis, cruzar la pista por la cuerda floja como un equilibrista, aunque me puteen. Todavía me resuena la voz de Cipe aun más que la ovación del público cuando me increpó en el hall del teatro después del estreno de Réquiem. “Como judía, no puedo aceptarlo”. Así, como mi padre no aceptó que me casara con una cristiana. El escenario y la cuarta pared. Una estación vacía, casi abandonada en medio del campo, salida de vaya a saber que sueño, como aquella que soñé para que alguien sentara a sus camaradas sobre dos sillas en la sala de espera para ordenar allí que los fusilaran. ¿Será que me estoy durmiendo? ¿Dónde nos llevará este viaje? ¿Cuándo nos toque bajar del tren, será Villa Luro, Mar del Plata o Praga?”



- ¿Qué tenés ahí?

-La obra nueva. 

- ¿Puedo?

- ¡Claro! Es un primer borrador…Pasame a Lucas.

- ¡No, que se va a despertar! Puedo igual... ¿Sordos ruidos oír se dejan?

- ¿Está mal?

-No sé. Esperá que leo…

Chana se metió en el borrador y dejó a Germán a solas con Juampi, el rezongo del tren y la tibia monotonía del campo. “Venimos de estar pendientes de todo lo que sucede, de estar enterados de lo último y más novedoso y aquí, en esta pampa de vacas, alambrados y pueblos pequeños, parece suceder siempre lo mismo, minuto a minuto, día tras día”.

Una pareja de horneros cantó detrás del techo a dos aguas de la estación y el nido sobre la horqueta del poste de luz se estampó en la mirada de Germán antes que Sevigne se esfumara como un suspiro, Chana seguía leyendo como si el tren y el mundo se hubieran detenido. 

-Está bien el título…

- ¿Sí?

- ¿Se la mostraste a alguien?

-Sos la primera…

-¿Qué estás inventando, el realismo de vanguardia?

-¡Mala! Costumbrismo vanguardista también podría ser…

-Me gusta mucho. El riesgo es que te puteen desde las dos veredas…

-¿No se podría hacer para la tele también?

-¡Ja! Estás apurado… ¿Para cuándo un guión de cine?

-No sé… 

-Simón Brumelstein estaría muy bien para una película…

-Lo podría enlazar con El Gato Dorado…

-¡Y el romance de Félix y la mucama!

-¡Paremos acá! Se está poniendo peligroso este viaje.

- ¿Vamos a parar? Quiero ir al baño, papá…

-Vamos, yo también. ¿Hay olor a comida o me parece a mí?

-Vayan al comedor. Nos quedamos con Lucas leyéndote…

El bebé se retorció, forcejeó con brazos y piernas y comenzó a llorar.

-Vayan, vayan. Lucas también tiene hambre.

- ¿Te traemos algo?

-No, nada… El tipo que escribe en la pared de la Rosada…

-¿Qué?

-También podría estar en la peli con Simón y los gatos voladores…



Cuando volvieron del vagón comedor, Chana y el bebé dormían. Se sentaron con sigilo, tratando de no despertarles. Germán guardó el guion. Juampi miraba hacia el campo haciendo dibujos imaginarios en la ventanilla.

-Volvieron- dijo Chana al despertar.

-¿No querés ir a tomar algo vos ahora?

-Un café con leche podría ser, así me muevo un poco, que estoy entumecida. Te paso a Lucas…

-¿Puedo ir, mami?

-¡Vos ya fuiste!

-¡Dejalo! Dale, vení. Te cedo mis medialunas.

Germán acunó al bebé en su brazo izquierdo y se quedó mirándolo a través de los cristales de su miopía. Al verlo chupetear se metió la mano en el bolsillo, sacó su pipa y se la puso apagada en los labios. Chupete y pipa meciéndose al ritmo suave del traqueteo del tren.



Cuando Chana y Juampi regresaron del comedor, Germán caminaba por el pasillo con Lucas en brazos sin poder calmar el llanto. 

-Se despertó recién y no para de llorar. Chana lo recibió en sus brazos y tardó unos minutos en conseguir que se calmara.

-Parece molesto. ¿Tendrá fiebre? Le noto un poco caliente la frente…

-Una vez que nos instalemos buscamos una farmacia.

Chana asintió en silencio. No quiso preocuparlo, pero si seguía así tendrían que llevarlo a una guardia.

Atrás quedaron los techos a dos aguas con tres chimeneas de la estación Vivoratá. Faltaba media hora para llegar a Mar del Plata.



Con los mismos pies que pisaron Puerto Stanley o  la Isla de Pascua, Germán bajó del tren y comenzó a caminar junto a su familia por el andén. Hacía frío, querían llegar cuanto antes al departamento y no era momento para la ceremonia del café con leche enfrente de la estación ni  quedaban energías para viajar en colectivo. Chana propuso un taxi y se hizo su voluntad.

Germán se sentó en el asiento delantero del Siam Di Tella luego que el taxista guardara la valija y el bolso en el baúl y Chana se acomodara con los niños en el asiento trasero.

-Hubiera sido mejor un Falcon- le protestó al oído antes de subir.

-Atravesé la Patagonia de punta a punta en un Citroen.

Chana le devolvió una mueca que no llegó a ser sonrisa. Allí estaban, rodando por Luro en la ciudad desierta hacia un departamento cercano al centro de la ciudad. Al bajar del taxi, un viento azul les quemó de sal los labios congelándolos como intrusos. Juampi tiritaba arrinconado contra la puerta de entrada y Chana se acurrucaba sobre el bebé mientras Germán revisaba sus bolsillos una y otra vez en busca de las llaves.

- ¿No te las di?

- No quisiste. Te ofrecí guardarlas. Buscá con calma.

Germán se permitió respirar y exploró más allá de un agujero del bolsillo de su abrigo. Las llaves se habían deslizado hacia el fondo del forro. Cuando lograron entrar en el departamento Germán se dejó caer en un sillón como si acabara de sobrevivir a una odisea. Juampi exploró hasta el último rincón del departamento mientras Chana mecía al bebé.

-Ger…

- ¿Qué?

- Es muy frío este departamento.

- Un minuto, ya me fijo.

-Papi…

- ¿Qué?

- ¿Dónde está el mar?

Se sacudió la somnolencia y se puso de pie. Buscó una estufa sin éxito y encendió las hornallas de la cocina.

-Así, hasta que se caliente.

Chana lo miró llevándose un dedo a los labios y acomodó al bebé en la cuna.

- ¡Por fin! Ahora me siento yo.

“En una obra de teatro, sería una habitación de tres paredes sobre el escenario. La ventana sería la pared que falta. Pero ésta da al hueco del edificio, no hay demasiado mundo para mirar acá”.

-¿Qué flor es esa?- preguntó Juampi parándose a su lado frente a la ventana y señalando una maceta que colgaba de una ventana.

-Un malvón.

Trató de asomar la cabeza para ver el pedacito de cielo que le tocaba a la planta y sólo pudo ver cemento.

-Tenés razón, Juampi. Desde acá no se ve el mar – dijo Germán al oído del niño luego de asomarse a las ventanas. Vení, ponete la campera que te lo voy a mostrar.

Fueron en ascensor hasta el último piso y luego siguieron por las escaleras hasta la terraza. Germán miró en 360 y luego trepó a la escalerita del tanque de agua.

-Vení, subite acá conmigo… ¿Ves?  Allá está el mar.




Germán y Juampi salieron a  comprar comida arropados y hambrientos. Cuando volvieron al departamento, Chana los recibió al borde del llanto: mecía desconsolada al bebé que no parara de llorar.

-¡Estoy asustada! Recién hizo unas convulsiones…

-¿Tendrá hambre?

-No, no es hambre, algo tiene y no tenemos a nadie cerca para consultar. Lo mejor va a ser llevarlo a una guardia.

-¿Le damos algo de comer a Juampi antes?

-Vámonos ya. No sabemos qué tiene. Seguro no es nada grave, pero necesitamos que lo vea un médico.

Lucas lloró aún más fuerte, como si quisiera reafirmar los argumentos de su mamá. Chana cargó su bolso, Germán metió una milanesa dentro de un pan para Juampi y diez minutos después estaban los cuatro otra vez subidos a un taxi, viajando rumbo a la guardia del hospital.

En la guardia los atendieron de inmediato. Después que la enfermera le tomara la fiebre, el médico auscultó a Lucas, le revisó la garganta y la nariz, buscó dolores e inflamaciones explorando con los dedos su pancita blancuzca y luego de unas cuantas preguntas, decidió que lo mejor era que el bebé quedara internado junto a su madre en observación.

-Lo probable es que no sea nada, pero va a ser mejor que se quede hasta mañana para que veamos cómo evoluciona.

Germán y Chana se miraron y no hizo falta que hablaran demasiado. Ella tenía que estar sí o sí junto al bebé y no tenía sentido que Juampi se pasara la madrugada dormitando en una silla del hospital.

-Lo mejor es que te vayas ya al departamento con Juampi y mañana vuelvan bien descansados a buscarnos.

-No me gusta, pero es lo mejor. Molestaríamos si nos quedamos. Pero mañana nos levantamos bien tempranito y a las nueve ya nos tenés acá. 




Volvieron al departamento, hombre y niño en silencio, como si alguien hubiera abierto una pausa en la vida en la que no se puede hacer otra cosa que dejar pasar el tiempo. Estaban cansados y se acostaron apenas llegaron al departamento.

-Pa, yo me quería quedar con mami… -protestó Juampi desde la cama por primera vez quebrando el silencio en la oscuridad de la noche.

-No se puede, el hospital no es un hotel. Sólo Lucas y mami se pueden quedar. Ahí van a estar bien cuidados. Te prometo que mañana nos levantamos tempranito y los vamos a buscar. 

-¿Mañana Lucas ya  va a estar bien?

-Sí, claro, seguro le darán el alta.

-¿Mañana temprano?

-Mañana temprano. Ahora dormí.

Germán apagó la luz y se quedó con los ojos abiertos, boca arriba en la oscuridad de la habitación. Había transferido al niño la poca tranquilidad  que le quedaba. En su pecho  los temores aprovechaban la quietud y el silencio para hacer oír sus voces.

“¿Cómo puede ser que nosotros estemos aquí, abrigados y cómodos en el departamento, mientras Chana y Lucas pasan la noche en el hospital sin saber qué tiene el bebé?” 

Pensó si acaso no había sido un error llevar al bebé a un viaje tan largo. La intranquilidad se le había quedado metida en los pulmones, le daba vueltas por la cabeza, le tensaba la respiración, aunque sabía que descansar y volver al otro día era lo razonable. No había algo mejor para hacer. Pensó en las historias que un escritor inventa y las que vive y se preguntó si tendría el talento para poner en palabras ese momento: Juampi y él en el departamento, Chana y Lucas en el hospital, una familia en dos lugares distantes de la misma ciudad, tratando de pasar la misma noche, mecidos por el mismo mar, cobijándose del mismo frío, respirando la incertidumbre de lo que pudiera depararles en unas horas el nuevo día. Por un instante tuvo el impulso de prender la luz y ponerse a escribir. Pero no. Siguió en la oscuridad deshojando pensamientos y preocupaciones. El campo, los horneros, el traqueteo del tren suavizado en la somnolencia. “Mi cabeza sigue viajando. Pero quiero volar al hospital y escribirla a ella, despierta boca arriba, pendiente del sueño del bebé, cansada y sin poder dormir. La enfermera que pasa, el paciente que llama desde otra sala. Ya no hace frío aquí. Hace rato que no se oye el ascensor y el silencio parece la voz de la oscuridad. Aquí no hay aullido ni voz dulce ni lápidas de cementerio judío iluminadas por el resplandor de la zona de los sueños. No me espía un Rabino ni aparecerá la bove con su pañuelito de campesina rusa. Pero recuerdo la canción. En las ramas de los árboles, hay hojitas verdes, y los vientos las arrancan, dormite mi amor. Pero aquí adentro está tibio, aquí el viento no entrará, porque aquí están mis brazos, que su furia pararán´.Juampi se durmió con mi promesa en el umbral de los párpados: mañana temprano. No escribiré ahora. Me duele un poco la  cabeza. Sólo Chana sigue en vigilia. Me dormiré y seguiré viajando en el tren”.





-¿Cómo durmieron la mami y su bebé?

-Lucas como un ángel. Yo casi no dormí.

-Vigilia de madre. Las mías ya son grandes, pero me acuerdo.

-¿Nenas?

-Tres. La menor va a cumplir quince.

-¡Y yo sola con tres varones! Los otros dos vendrán en un rato.

-Acá te dejo el desayuno. Lo importante es que el bebé está bien y cuando pase el doctor seguro les da el alta.

Té con leche. Después de tanto café, volvía a tomar té con leche. Dio un sorbo y no entendió por qué le daba asco de niña. Abrió el paquete de galletitas de agua, las hizo crujir usando sus manos de mortero y tiró los pedacitos en la taza. Después comió y bebió su menjunje con la cucharita. Apenas amanecía y la ventana le sugería una Mar del Plata aún en brumas. “¿Tendremos sol por la tarde? ¿Podremos ir a caminar un rato por la playa con el bebé bien arropado? A Germán le gusta el mar fuera de temporada. Cruzar apurados la rambla, que el viento te sale los labios, algún caballo con o sin jinete en la playa. Él siempre mirando lo que otros no ven”.

¿Qué más dicha que descansar, disfrutar de tu bebé y saber que todo no ha sido más que un susto? Sin embargo, pasaban los minutos y Chana comenzaba a intranquilizarse. “¿Por qué Germán y Juampi aún no vinieron? Quizá se quedaron dormidos. ¿Se habrá quedado escribiendo hasta tarde? Pero me dijo a las 9. Él es muy puntual y más conmigo”.

Cuando el médico llegó a verla, aún no habían llegado. Entró de buen humor para confirmarle que el bebé había evolucionado bien y que pronto les darían el alta.

-Doctor, estoy muy preocupada. Mi marido me dijo que venía a las 9 sin falta, y son casi las once. Quisiera ir ya a ver qué pasa… 

El médico la escuchó y le cambió la cara. Se quedó en silencio unos segundos, repasando la película de lo sucedido, con los síntomas confusos, los llantos, las convulsiones, la mejoría, las palabras de la mujer…

-Yo voy con usted. Lo mejor va a ser que la acompañe.

La prisa del viaje les aceleró la angustia. Al entrar al departamento junto a Chana, el temor que se encendió en la cabeza del médico al escuchar las palabras de la mujer, se convirtió en certeza. La razón del malestar  del bebé estaba en el departamento. Germán y Juampi estaban muertos. Se acostaron a dormir y la mala combustión los mató durante el sueño sin que ninguno de los dos llegara a despertarse y reaccionar.

Allí, ante sus ojos,  yacían los cuerpos del niño y del hombre que había llegado hasta los lugares más lejanos del país a bordo de un Citroen y siempre había regresado encendido de testimonios, preguntas e inquietudes. El tren de Constitución a Mar del Plata con la breve ida y vuelta al hospital había sido su último viaje y no había llanto, grito, súplica o silencio de Chana que pudiera traer de vuelta a Germán y Juampi. Nada cambiaba por abrir las ventanas y ventilar el departamento. Nada podía hacer por ellos el vagamente dorado sol invernal.